jueves, 22 de enero de 2015

estaba tratando de dormir siesta, o sea que tenía los ojos cerrados, y estaba haciendo ese juego de observar los párpados por dentro y tratar de nombrar las cosas que aparecen, las patas de un caballo enredándose en el aire y el haberte conocido, por ejemplo, la visión panóptica de un vuelo al viento que me impacienta emprender, tal vez, incluso una asamblea de flores marchitas, de desechos de una fiesta infantil, de piñatas usadas. y de pronto frente a mi casi dormido pensamiento aparezco yo mismo, mirándome a los ojos, enfurecido mirándome directamente a la cara, fijamente, así de cerca, a unos 10 centímetros, menos incluso, una mirada hasta amenazante, muy desafiante. a medida que notaba detalles de mi propia cara -digamos: a medida que me iba reconociendo a mí mismo en esa cara que me proponía una guerra- sentía una sensación parecida a la adrenalina, también comparable con una ansiedad muy fuerte que te aprieta el tórax, tal vez un temblor previo, sentía los latidos de mi corazón, desencadenando todo en un espasmo que me hizo saltar en la cama, despertando.

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