jueves, 14 de enero de 2016

Se la echaron 2

Era el tiempo en el que estábamos buscando casa, para arrendar juntos.  En una linda casa esquina en al lado de un colegio especial, a varias cuadras del metro, frente a la comida china. Lo primero que vimos en secreto era donde instalar la antena para la radio pirata que queríamos poner.

Teníamos los papeles listos avales de mi hermana y el de su papo, habíamos ido especialmente a verlo a la oficina de la minera para pedirle el favor. En ese tiempo nadie sabía que estábamos pololeando, aunque jamás pololeamos. Solo culiabamos de cuando en vez.

Salí terrible contento para ir a verlo a la oficina. En el camino vi una loica y un sapilongi juvenil con una polera que decía "te vendo mi vida". Quemé un poquito para sentirme a tono, compré un almuerzo saludable y contundente. Llame al esté que estaba encerrado en su wea de oficina, le grité por el auricular que almorzáramos. Me dijo que terminaba de mensurar un mapa de estacionamiento y salía altiro. Se demoró un poco más de lo que había amenazado, pero bajó corriendo de ese antro de mierda en que lo mantenían prisionero. En un rápido movimientos de mano le pasé el chupete cargado, con un movimiento aún mas rápido, escandaloso y acrobático, dio un giro mientras pegaba una profunda aspirada. Le pregunté ¿por qué hacia eso? después de unos 10 pasos que se esforzaba por mantenerla ignición dentro los pulmones, caminando como si nada y exahando de forma que no se notaba que estaba haciendo. Me dijo que: primero le gustaba, segundo con su movimiento acrobático distraía de la maniobra ignifuga, tercero porque ningún agueonao de esta puta ciuda se atrevía a mirarlo después de hacer el ridículo con insolencia.

Almorzamos en el parque, planificamos la vida en la casa, la organización los carteles que colocaríamos para lectura de transeúntes. Vimos una casa abandonada le dije que la ocupemos, me contestó que la dirección de vialidad ya la había loteado y que sería un edificio de 26 pisos. ¿Como pueden meter tanto piso en tan poco espacio? me respondío que simplemente lo lograban.

Volvió más tarde a su jaula laboral. Yo me fuí camiquemando a la hora más o menos me llegó un correo al celular con la entonces incipiente tecnología del internet movil. La corredora mantenía el contrato con los antiguos arrendatarios. Mientras releia el correo buscando una arista por la cual alegar, por lo menos insultar, me llamó y me dijo que lo hecharon. Toda su unidad sería tercerizada. Todo se fue a la mierda, me devolví para verlo.

sábado, 9 de enero de 2016

Terminal sur - Pukará de Chena (31.12.2015)

Tuve que tomar un taxi
No, me cobraron tres mil quinientos no más
Estoy aquí arriba en el bus esperando que salga
Muchas gracias papito
¿No pasa por Rancagua nocierto?
O sea usted tiene un problema
No, si no tiene juegos mi celular
Te quiero mucho, chau
Estábamos al lado de la tele que estaban entrevistando a la señora con lentes
A Los Ángeles cuánto serán
Son cinco son seis horas y media
Oye en el terminal que fue que íbamos pa Gorbea ¿nocierto?
Mamá mira el cerro
Parece que pasó un auto por el cerro mira esa marca
¿Qué dijiste?
Hermano mira por esa ventana se ve todo de otro color
Se ve un avión despegando allá

viernes, 8 de enero de 2016

se la echaron

¿Te acordai mono? La primera vez que nos echaron estábamos en esa oficina de mierda donde nos conocimos, esa historia que no es nuestra, que es del Gino, pero que para efectos de esta misiva consideraré nuestra. ¿Cuánto llevábamos fuera de la universidad? Todavía creíamos en el comunismo, ¿te acordai? Nos queríamos harto y nos gustaba  “usar la razón” para resolver las situaciones. Parecía que vivir esa vida de las oficinas, del enamorarse del colega, era posible ¡A la mierda! ¡Los odiamos! ¡¿Cómo no los voy a odiar?! ¡Así no se puede vivir!

Llevábamos ¿cuánto? ¿cuatro meses? trabajando en esa basura hasta que un día la jefa se pasó de la raya: nos mandó a todos un correo electrónico diciéndonos que a partir de ese día iban a descontar dinero de la remuneración mensual por cada 15 minutos de atraso en las mañanas. ¡Claro! Ahí mandamos ese mail. ¿Fuiste tú o yo? Mandamos inmediatamente de vuelta un mail con copia a todo el mundo preguntando si acaso a partir de ese día también se iban a pagar las horas extra trabajadas cada tarde.

Nos llamó inmediatamente la pituca, ¡esfínteres!, citados en su oficina, una de las dueñas de ese lugar horrible, hija de su padre, desabrida igual de anoréxica que la oficina: blanca. Nos preguntó en tono bastante amable si es que acaso teníamos algún problema: dijo que ellas nos trataban tan bien a todos que ¿cómo podíamos plantearnos tan agresivamente?

Ahí empezamos a decirle toda la mierda que sucedía, todo lo que molestaba: obligarnos, por ejemplo, a venir al barrio alto donde todo es carísimo, y prohibir comer en la oficina ¡por los olores! ¡¿Cómo se puede tener tan poca empatía con las economías que nos permiten los sueldos mediocres que nos pagas?! Tanto hablamos y con tanta razón, que la escuálida quedó llorando, no pidiendo perdón pero llorando, parecía comprendernos, ¿te acordai?

Ahí las cosas parecían ir bien encaminadas, ella se comprometió a solucionar los problemas que tuviéramos con la condición de que generáramos un documento donde expusiéramos en concreto cada “issue”. ¿Te acordai moneque que dijo esa hueá en inglés?

Nosotros sentíamos cómo si nos hubieran puesto al mando de un sindicato, pero una hueá bien ciudadana, ¿cachai?, en buena ondita con la jefa, solucionar los problemas conversando, negociando, toda bien rubio, civilizado.

Así que mandamos un mail para generar el documento. Invitamos a toda la oficina pero se nos sumaron apenas dos o tres pelagatos, que tampoco participaron mucho, pero finalmente escribimos 47 puntos en un petitorio que tenía el nombre mucho más ciudadano de “reunión con Daniela Weinfield”. Lo conversamos con ella… ¡tan bien! Nos esperó con galletitas y snacks caros, ¡hueás raras!, ¿era caviar?, era algo así.

Estuvimos en la sala de reuniones varias horas, conversando de todo, cómo solucionar el tema aseo, cómo transparentar los trabajos de todos, cómo coordinar mejor el día a día, íbamos a hacer media hora de tiempo libre por cada media jornada en la oficina, tantos buenos proyectos. Al final la reunión se extendió, era viernes en la tarde, salió todo bien, desde el lunes iban a implementarse los proyectos, todo lo conversado… ¡qué buena onda!

Así llegamos el lunes, ¿te acordai que tomamos el metro en Baquedano porque habíamos dormido en un motel? Llegamos y no alcanzamos a instalarnos en nuestros puestos de trabajo porque la secretaria nos mandó directamente a la sala de reuniones.

Nos esperaban los socios, la pituca esta, un par de personas más. Rápidamente nos informaron que habían decidido prescindir de nuestros servicios, que nuestros computadores ya no estaban disponibles, que podíamos retirar nuestras pertenencias y firmar el finiquito con la secretaria. ¿Cómo no los vamos a odiar? ¡Cerdos!

Quedamos en estado de shock, los colegas nos dieron agua, nos ayudaron a abandonar el lugar, nos fuimos de vuelta al motel ¿te acordai?, en Baquedano de vuelta como a las 11am, y estuvimos culiando toda la tarde, ¿te acordai que llamamos y pedimos que nos llevaran un botellón de lubricante? Nosotros estábamos bien, culiábamos harto, pero a la gente de esa oficina ¿cómo no la vamos a odiar? ¡Cerdos! ¡Merecen la muerte! ¡Al paredón!

jueves, 7 de enero de 2016

Tercera Guerra Mundial

Jamás me creerán mis hijos o mis nietos, yo empecé la guerra mundial junto con una amigo. Una imbécil pelea de borrachos, después de bajarnos una de pisco varias cervezas y algunos paraguas con el Francisco, el Fernando y el Gabrilo. Queríamos bajonear podíamos ir al Mc donal o al Chino. Como estábamos curaos nos pusimos weones pensamos que teníamos que ir todos al mismo lado y comer lo mismo, con un poco de cordura, de inteligencia hubiéramos ido con el Gabrilo al Chino y los FRAFER al Mc donal. Pero decidimos agarrarnos a combos, Gabrilo se agiló y le repartió combos a los 2 y salió corriendo a esconderse al chino, yo lo seguí. Los cabros picaos fueron a tirarle un piedrazo a la puerta de vidrio del Chino y se escondieron en el macdonal. Los chinos se picaron y fueron a tirarle molotovs al restoran gringo que estaba atendido por portorriqueños, todos pensabamos que eran migrantes, pero eran marines gringoa que repelieron el ataque con armas de fuego.  Repondieron los chino y los grisdos demintieron la respuesta. Asi fue subiendo la violencia. Por geoestrategía era inevitable, ambos lados estaban preparados  nosotros solo en medio.