¿Te acordai mono? La primera vez que nos echaron estábamos
en esa oficina de mierda donde nos conocimos, esa historia que no es nuestra, que
es del Gino, pero que para efectos de esta misiva consideraré nuestra. ¿Cuánto
llevábamos fuera de la universidad? Todavía creíamos en el comunismo, ¿te
acordai? Nos queríamos harto y nos gustaba “usar la razón” para resolver las situaciones.
Parecía que vivir esa vida de las oficinas, del enamorarse del colega, era
posible ¡A la mierda! ¡Los odiamos! ¡¿Cómo no los voy a odiar?! ¡Así no se
puede vivir!
Llevábamos ¿cuánto? ¿cuatro meses? trabajando en esa basura
hasta que un día la jefa se pasó de la raya: nos mandó a todos un correo
electrónico diciéndonos que a partir de ese día iban a descontar dinero de la
remuneración mensual por cada 15 minutos de atraso en las mañanas. ¡Claro! Ahí
mandamos ese mail. ¿Fuiste tú o yo? Mandamos inmediatamente de vuelta un mail
con copia a todo el mundo preguntando si acaso a partir de ese día también se
iban a pagar las horas extra trabajadas cada tarde.
Nos llamó inmediatamente la pituca, ¡esfínteres!, citados en
su oficina, una de las dueñas de ese lugar horrible, hija de su padre,
desabrida igual de anoréxica que la oficina: blanca. Nos preguntó en tono
bastante amable si es que acaso teníamos algún problema: dijo que ellas nos
trataban tan bien a todos que ¿cómo podíamos plantearnos tan agresivamente?
Ahí empezamos a decirle toda la mierda que sucedía, todo lo
que molestaba: obligarnos, por ejemplo, a venir al barrio alto donde todo es carísimo,
y prohibir comer en la oficina ¡por los olores! ¡¿Cómo se puede tener tan poca
empatía con las economías que nos permiten los sueldos mediocres que nos
pagas?! Tanto hablamos y con tanta razón, que la escuálida quedó llorando, no
pidiendo perdón pero llorando, parecía comprendernos, ¿te acordai?
Ahí las cosas parecían ir bien encaminadas, ella se
comprometió a solucionar los problemas que tuviéramos con la condición de que generáramos
un documento donde expusiéramos en concreto cada “issue”. ¿Te acordai moneque
que dijo esa hueá en inglés?
Nosotros sentíamos cómo si nos hubieran puesto al mando de
un sindicato, pero una hueá bien ciudadana, ¿cachai?, en buena ondita con la
jefa, solucionar los problemas conversando, negociando, toda bien rubio,
civilizado.
Así que mandamos un mail para generar el documento.
Invitamos a toda la oficina pero se nos sumaron apenas dos o tres pelagatos,
que tampoco participaron mucho, pero finalmente escribimos 47 puntos en un
petitorio que tenía el nombre mucho más ciudadano de “reunión con Daniela
Weinfield”. Lo conversamos con ella… ¡tan bien! Nos esperó con galletitas y
snacks caros, ¡hueás raras!, ¿era caviar?, era algo así.
Estuvimos en la sala de reuniones varias horas, conversando
de todo, cómo solucionar el tema aseo, cómo transparentar los trabajos de
todos, cómo coordinar mejor el día a día, íbamos a hacer media hora de tiempo
libre por cada media jornada en la oficina, tantos buenos proyectos. Al final
la reunión se extendió, era viernes en la tarde, salió todo bien, desde el
lunes iban a implementarse los proyectos, todo lo conversado… ¡qué buena onda!
Así llegamos el lunes, ¿te acordai que tomamos el metro en
Baquedano porque habíamos dormido en un motel? Llegamos y no alcanzamos a
instalarnos en nuestros puestos de trabajo porque la secretaria nos mandó
directamente a la sala de reuniones.
Nos esperaban los socios, la pituca esta, un par de personas
más. Rápidamente nos informaron que habían decidido prescindir de nuestros
servicios, que nuestros computadores ya no estaban disponibles, que podíamos retirar
nuestras pertenencias y firmar el finiquito con la secretaria. ¿Cómo no los
vamos a odiar? ¡Cerdos!
Quedamos en estado de shock, los colegas nos dieron agua,
nos ayudaron a abandonar el lugar, nos fuimos de vuelta al motel ¿te acordai?,
en Baquedano de vuelta como a las 11am, y estuvimos culiando toda la tarde, ¿te
acordai que llamamos y pedimos que nos llevaran un botellón de lubricante?
Nosotros estábamos bien, culiábamos harto, pero a la gente de esa oficina ¿cómo
no la vamos a odiar? ¡Cerdos! ¡Merecen la muerte! ¡Al paredón!
No hay comentarios:
Publicar un comentario