jueves, 26 de junio de 2014

Carta a quien no debería leerla.


Querido entrometido.

Esta carta es para ti, porque no deberías leerla.

Solicito a usted dejar de leer mi correspondencia y de paso leer esta carta completa.
Yo a usted no lo conozco, pero usted me conoce a mí y ante la desventaja de dirigirme a quien me adelanta en el grado de conocimiento, me referiré a usted con el más formal de los lenguajes.
Yo de Usted no se nada, ni cuándo, ni dónde lee esta carta, sólo sé que usted está leyendo esto.
No sé si tengo alguna razón para odiarlo o quererlo, sólo sé que no debería estar leyendo, pero que aún así insiste en hacerlo.
No sé si usted me espía, me vigila, me admira, me odia, me ama o simplemente es un sapo. No sé si pertenece a alguna institución criminal como la PDI, la DIPOLCAR  o la CIA (en cuyo caso anda a hacer una wea más entretenida gil culiao); no sé si es usted un arqueólogo del futuro revisando papeles de la civilización que tanto nos hemos esmerado en colapsar.

Sólo sé que usted lee esta carta y no debería hacerlo, pero lo está haciendo.

Sin otro particular, deje de leer ahora.

PD: Si quiere responder a esta carta, lance una botella al mar con la contestación en ella y diríjala a cualquier otra persona.

PD: Ya tendría que haber dejado de leer hace rato.


                                  

domingo, 22 de junio de 2014

Anec dot

Le compré un parche pitara a mi tiburón tigre, así podría recolectar un 5% más de oro cuando devorara a sus presas. A eso jugaba yo en el baño de la pega, a veces iba a puro jugar estos jueguitos que saben súper bien como enviciarte con una tonterita. El asunto es que hace una semana que tenía yo el tontoteléfono, lo último en degeneración tecnológica, de esos que en tu mano son como el futuro y tienen más tecnología que la que en su momento tuvieron las misiones espaciales de la Sputnik, el apolo 11 y la perrita laika juntas.

Ese día el despliegue de tecnología se daba ademas por el evento deportivo del mundial de pelotapata en Bolivia del este. Jugaba la selección nacional con el ex campeón del mundo, salimos a comprar pizza y luego todos en la oficina vieron el partido en una tele traída desde una casa. Yo lo ignoré completamente, a pesar de tener la mejor ubicación.  La selección ganó el partido y todos celebraron, a mí me importó una wea.

Cuando terminó la jornada reclusión laborar obligatoria, salí a la calle protegido por los programas de ciencia que divulgaban los excampeones del mundo y actualmente eliminados, en los que explicaban el ciclo de vida de las enanas blancas (un remanente estelar que se genera cuando una estrella de masa menor a 9-10 masas solares ha agotado su combustible nuclear). En el camino me horrorizaban un poco las celebraciones facistoides en torno a la bandera, la camiseta y los colores patrios.  Me avergonzó. Los relatos sobre la inmensidad del espacio-tiempo y los ciclos vitales de las estrella no podían protegerme del todo de los gritos ahueonaos y de el himno nacional completo.

Mientras iba pasando en mitad del camino de pronto dejo de escuchar y me doy cuenta que mi celular fue arrebatado de la chaqueta de mi bolsillo con la maestría de un lanza internacional.

Para el partido pasado había visto como entre 5 o 6 cabros tratando de asaltar a uno que iba washo,
y más que seguro que era una buena oportunidad para hacerse con teléfonos ajenos y cosas costosas para los que trabajaran dignamente en ello. Me dio rabia perder un objeto caro y nuevo, pero me daba tanta más rabia tener que aguantar a la turba enloquecida y enardecida, estupidizada. Fuí a buscar un teléfono público para avisar de mi situación, tuve que caminar 2 estaciones de metro para encontrar un lugar un poco menos infestado de hinchas.

Afortunadamente en el camino encontré un plumón negro y con el me puse a rallar las paredes, ahora el enloquecido y enrarecido era yo. Me dejaba llevar por los primeros trazos tímidos e inseguros y al poco rato me puse a dibujar, hacer letras, irme en voladas, dibujé un bisonte como si estuviera en una cueva, escribí mi nombre como lo hice en la pieza de mis padres sobre la cama matrimonial, con un lápiz dorado que nunca logró salir. Como cuando dibujé un pico en el baño de los profesores en el colegio, escribí este nombre, puse una Á y un 5 sobre la frente de todas las publicidades que encontré.

Así logré llamar con la dificultad que me presentaba la tecnología arcaica del teléfono público, que no se ha actualizado en su formato desde que yo era chico. Tampoco recordaba muy bien los números, ni los códigos de digitación. Cuando finalmente logré comunicarme, me retaron por perder el teléfono.  Antes me habían felicitado por obtenerlo, era a cero peso en la compañía y era un proceso casi obligatorio ligado al pago del plan. Yo no entendía ni por qué me retaban, si no fue culpa mía encontrarme con el griterío atontado de la masa contenta, ni por qué me felicitaban si yo no había hecho el teléfono y tener un teléfono celular no era un logro de nada.

Seguí rallando hasta que me encontré con la embajada de Bolivia del este, el país sede de todo el mundial, donde habían matado niños para que los turistas pasaran con sus camisetas nacionales sin encontrarse con la desagradable pobreza local. Rayé la pared y un viejo de mediana edad con pinta de buen ciudadano me dice: ¡Oye!, ¿no estai muy viejo pa andar ensuciando la ciudad?

Destapo el plumón y como si fuera una cortaplumas me lo pongo al lado de la cara, como si lo estuviera amenazando, y le digo:

   -No la estoy ensuciando, la estoy llenando de sentido-, y le pongó tonta Á5 a la embajada.
   -Eso no tiene ningún sentido - dice el buen ciudadano.
   -Hay mucha gente que lo entiende, pero usted no la va a entender - le digo.

Fue lo último que hablamos.

Ustedes, los que han leido esto, son los que entenderán qué es lo que dice sobre la embajada de Bolivia del este. Ustedes sabrán decifrar qué significa todo lo que se dice aquí y en las paredes.



sábado, 21 de junio de 2014

10:17

el caballero va leyendo el mercurio en un asiento del metro. su señora está en el asiento de al lado leyendo cumbres borrascosas, sintiéndose literata. el mercurio es enorme y el caballero hace lo que puede por hojearlo, pero le cuesta un montón: la sección de negocios se sale de control con la brisa y una de sus hojas vuela un cuarto de vagón. su señora ni se inmuta, lee. él ve la hoja volando, trata de cerrar el resto de mercurio entre sus manos, le cuesta ponerse de pie, yo me hago el que lo ignoro, y finalmente un pasajero amable se la devuelve. ahora el caballero se las tiene que arreglar para meter esta hoja rebelde entre las 3 hojas que tiene en la otra mano. lo que hace es buscar el lugar de la hoja perdida y tratar de meterla ahí, pero son demasiado grandes, inmanipulables. finalmente se aburre y lee lo que tiene a mano, con las hojas todas desordenadas. por ahí su mujer nota que se desocupó un asiento más allá de él, tenían 3 asientos -angostos- para los dos,  y podrían ocuparlos todos, pero el caballero arrincona a su señora, mientras ambos leen o tratan de leer, y mete los bordes de las hojas de su mercurio encima de las cumbres borrascosas. ella le dice que se corra un asiento, y el caballero argumenta que en ese asiento se va a sentar otra persona. entonces la señora empieza a guardar sus cosas: primero marca la hoja en la que va en cumbres borrascosas, luego busca una bolsita, la abre, la mira, mete el libro, la cierra, la apoya, tranquilamente mientras el caballero sigue tratando de manipular esas hojas enormes que no lo dejan leer nada porque se doblan con el viento. su señora toma la cartera, la abre, la mira, mete la mano, saca un estuche, lo abre, lo mira, se saca los lentes de la cara y los mete en el estuche. abre de nuevo la cartera, la mira, y mete el estuche. cierra la cartera, el tren se detiene, ella le dice al caballero: llegamos, y el pobre todavía tiene que recoger la sección de deportes que había dejado en el suelo, doblar las hojas que tiene en las manos, tomar su bolsito, y correr detrás de su mujer, que ya está dando su primer paso fuera del vagón.

miércoles, 18 de junio de 2014

Arqueología para un futuro inexistente

Mi equipaje para el bus Cruz del sur del día jueves 12 a las 21:45 rumbo a Valdivia.


  • 4 calzones
  • 2 pantys
  • 2 calzas negras
  • Un vestido  negro de plush
  • Una cámara digital
  • Una cámara análoga (que me presto la Pali hace 7 años pacto que ella y yo sabemos que a pesar de la distancia y los años sigo respetando)
  • Un poleron azul con dos osos polares en el centro (para envolver el computador)
  • Un computador
  • Los detectives salvajes
  • Aproximaciones a la música
  • Ese compilado de cuentos de escritores taquillas que me presto la marcela y pretendo devolver
  • Un gran cogollo
  • Tabaco
  • Papelillos
  • Un desodorante de cera de abejas (que amo, porque la señora que me lo vendió me dejo muy en claro que la cera obtenida provenía de unas abejas respetadas y cuidadas por su dueña, jamás la intención fue abusar de ellas, más bien reutilizaban el exceso de cera, nunca me habían dado ese tipo de disculpas. Por lejos uno de mis productos más jipis)
  • Aceite de almendras
  • Delineador negro
  • Delineador plateado
  • Labial rojo
  • Un abrigo gris
  • Una tinta china negra en frasco (que compre en el bio bio y que es de los años 50, una de mis pertenencias más hipster)
  • 5 pincelitos
  • Frasco de alcaparras vacío
  • Croquera de hojas papel mantequilla
  • Croquera de hojas negras
  • Estuche metálico (con un mapamundi grabado sobre el y que en vez de Bolivia dice solivia)
  • Una portaminas 0.9
  • Un tiralíneas n° 0.05
  • Un tiralíneas n° 3
  • Un Celular
  • Un Cargador
  • Una libreta de hojas amarillas que hizo el miguel (y que es donde escribo estas palabras)
  • Un cuchillo

Mi equipaje para el bus Cruz del sur del día domingo 16 a las 21:00 rumbo a Santiago.


  • Una cámara digital
  • Una cámara análoga
  • 4 calzones
  • 2 pantys
  • 2 calzas
  • Un vestido  negro
  • Un chaleco turquesa
  • Un poleron
  • Un computador
  • Los detectives salvajes
  • Aproximaciones a la música
  • Medicina ayurveda
  • Un cogollito chiquitiiitoo
  • Tabaco
  • Papelillos
  • Un desodorante
  • Aceite de almendras
  • Un shampoo de romero
  • Un acondicionador de manzanilla
  • Delineador negro
  • Delineador plateado
  • Labial rojo
  • Un abrigo gris
  • Una tinta china negra en frasco
  • 5 pincelitos
  • Frasco de alcaparras vacío
  • Croquera de hojas papel mantequilla
  • Croquera de hojas negras
  • Estuche metálico
  • Una portaminas 0.9
  • Un tiralíneas n° 0.05
  • Un tiralíneas n° 3
  • Un nutella
  • Un frasco con humus de garbanzo
  • Wafles con manjar (que hizo mi abuela y la Gochi)
  • Un Celular
  • Un Cargador
  • Una libreta de hojas amarillas
  • Un cuchillo
  • Un cuarzo (que me regalo el Nicolas cuando vino a mi casa del sur y que el trajo del norte)
  • Una bufanda negra.

lunes, 16 de junio de 2014

1986

En 1986, un grupo de hombres y mujeres que interpretaron el sentimiento patriótico desde la libertad y el antimperialismo, se arrojaron al vacío más hermoso abriendo fuego al convoy donde venía el jefe de la muerte calculada, el tirano, la encarnación de la opresión.

A lo largo de la historia, cada tanto, los espíritus libres rompen su época con la fuerza de los dioses. Ante el sometimiento general y el aburrimiento de las ovejas, se desesperan: dejan de esperar y actúan. Sin importarles que el final de la acción sea la muerte o la cárcel, actúan porque han descubierto una verdad: que habitamos una mentira llamada norma de la que es necesario liberarnos.

Con los asesinados en la operación Albania en la memoria: ¡Libertad o muerte!
Hans, Carlos, Marcelo, Juan y Freddy a la calle: ¡Mientras exista miseria, habrá rebelión!