viernes, 8 de septiembre de 2017

carta innúmera y fragmentaria a la igualmente juventud del histórico abya yala


El otro día le dije a la amiga: creo que ya no me gustan las personas.
No me gustan las mujeres, menos los hombres, ni tod.s l.s que están entre; simplemente no me gustan las personas.
¿Sabes lo que es atorarse con agua bendita? me respondió, aunque era una pregunta.
Por supuesto, no lo sabía, pero le dije que debía ser lo mismo que atorarse con agua de la llave, básicamente porque eso que llaman agua bendita es lo mismo que agua de la llave.
¿Para quién escribes, amigo? me preguntó.
Para los patrones, le dije. Para los que extraen valor de mis palabras que no dialogan.
¿Existe la incomunicación? ¿Hay cariño en una enciclopedia?
El poeta juan carreño dice que tenemos que escribir para que nos entiendan nuestras mamás.
Todo es abismo, pensaba mientras me devoraban los mosquitos en la selva, tremendamente drogado. Doblado, de noche y día al mismo tiempo, escuchando caer las bombas de una guerra por venir.

***

¿Has visto un cadáver de alguien que se suicidó?
He soñado, hermano, que traficamos monumentos. Sí, esculturas, bustos, placas. De bronce principalmente, pero también es rentable el mármol. Y nos va tan bien que podemos vivir cómodamente en esa casa rodante que vimos subiendo por Vallenar. Mejor que el ermitaño de la quebrada de Macul, mejor que nuestros padres por cierto, y que todos esos entumecidos de la ciudad.
Hay que leer para escribir, ¿eso lo dijo Borges? Qué importa, hay que vivir para vivir.
Pero
te confieso:
Me cuesta despertar
y dormir sin angustiarme
Me cuesta no jalar si hay cocaína sobre la mesa
Me empecino en lo que daña, porque lo que produce congoja produce al mismo tiempo placer
Economía Libidinal de la Domesticación / Exasperación de la Filosofía / Miserable Experimento de Sí

***

Castañas nueces mameyes bananas chirimoyas
mieles
mangos chorreando
el más delicioso vino blanco a la más perfecta temperatura
Todo lo que siempre parece estar detrás de una vitrina
Se muestra, seduce, te observa. Pero ¿creís que hay algo más poético que cocinar? te pregunto. Me dices
¿qué estai diciendo?
Me dices: qué tiene de poético cocerse un arroz, lavar una lechuga, abrir una lata de palmitos.
Te digo: los pensamientos más fecundos los he tenido almorzando solo
sin la radio, sin el computador, sin el teléfono
Sólo yo y la mesa y el plato de lentejas
y la infaltable caña de vino.
Esos marineros homofóbicos con los que almorzai tú son los más grandes poetas de Chile
no contentos con hacerte andar, con animarte, hacen que tu alimento sea un placer
Y el placer una derrota
y ésta un conocimiento. Es un dogma. Puede que sean los hueones más chantas, fachos y charlatanes. Que hablen más tonteras que los enamoraos. Dime canuto si querís. Pero la verdad es el pan, amigo, y el mundo una pepita de limón.

***

Lo terrible es que de verdad les gustan las paredes blancas. Gozan de la presencia de la policía. Quisieran que realmente estuvieran en todas partes. Dicen que los grafitis ensucian la ciudad. Que hay que matar a los delincuentes. Pagan el pasaje y putean murmurando hacia sus adentros cuando alguien salta el torniquete. Mascullan su rencor, se tragan su resentimiento. Son nuestros vecinos y no están enfermos. No al menos en el sentido como ellos mismos le dicen a los demás que están enfermos. Se horrorizan con los crímenes que aparecen en la televisión pero los viejos les pegan a las viejas cuando se curan. Los universitarios violan a la compañera que se fue a dormir temprano en la fiesta. Los celosos matan a la que les planta cara. Son bien hombres pa sus cosas como dicen, y no mienten en eso, son tremendamente honestos. De verdad les gustan las paredes blancas. Son los que pasan sus camionetas por encima de la barricada en Chiloé o le disparan a Exequiel y Diego en Valparaíso. Ellos, hermana, hermanito, son el pueblo.

Y el escudo de Chile es el espejo de nuestra caca cotidiana.

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