miércoles, 4 de marzo de 2015
un país sin chanchitos de tierra
estoy regando el pasto, la lavanda, el matico, los aloevera, las albahacas, y pasa caminando la vecina con su hija; yo he escuchado a la señora gritarle a su hija que es tonta y sé que la encierra cuando ella llora mucho; yo miro a la señora y miro a la hija, buscando sus miradas para saludarlas pues son mis vecinas; mis vecinas tienen luz fría en el living y no me miran, evitan mi mirada con la cabeza hacia el pavimento mientras yo echo agua en el romero que está grueso como un canelo joven y riego el rosal que está sin hojas y, por supuesto, sin rosas; arriba hay una luna llena tremenda que ilumina todo esto, más allá suenan siete u ocho tunazos y otra vecina dice: deben ser los guachaca del colocolo. eso dice: los guachaca. por último me parece simpático que diga los guachaca y no los flaites o los delincuentes, que es como suelen llamar a los hinchas del albo, aunque ellos tampoco son santos de mi devoción pero ciertas noches como ésta albergo la secreta esperanza de que en algún momento esos monos locos serán los más radiantes combatientes contra los pacos cuando vuelva a hacer erupción esta ciudad contenida en su propia frustración clasemediera. cuando abro la reja para regar los prados exteriores, veo que el vecino, el esposo de la vecina y padre de la niña que evitaron mi mirada, él, está limpiando su vehículo, tiene una manguera como la mía. yo repito el ejercicio de acercarme y mirarlo, pero parece que toda su concentración descansa en que su station wagon quede esta noche sin polvo; en el patio dos piedras de cuarzo descansan del polvo esta noche, sumergidas en agua con sal de mar; en ese patio hay varias luces cálidas pero están apagadas, en cambio hay velas encendidas y tampoco es que estemos realizando un ritual con mucha fe, antes bien sabemos que las únicas reglas que merecen respeto son las de aquello que seguimos llamando naturaleza, pero que haríamos bien en llamar lisillanaamente vida, pues estos 125 mil años de soberbia sapiente al menos nos han demostrado que debemos estudiarnos a nosotros mismos y ser lo más humildes posible.
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