Yo hubiera querido avisarle a toda mi clientela que me iba a ausentar por una semana entera, si al final los cabros la mayoría son mis amigos, y creo ser lo suficientemente respetuoso con ellos durante todos los demás procesos anuales de compraventa, pero viré no más poh, filo, igual conectándome a las redes por si acaso, atento al teléfono, etcétera.
El Mota nos recibió en la casa de su tía en la playa de San Sebastián, pleno Litoral de los Poetas. El trato era el siguiente: podíamos pernoctar en la cabañita del fondo por 25 Lucas la noche, o bien podíamos hacer trabajos para la señora, a razón de una hora de trabajo por noche pernoctada. Ese día estuvimos con la Canela y el Mota desmalezando todo un lado del terreno; la tía es vieja pa ayudar, pero supervisó todo el trabajo contándonos chistes cortos y llevándonos jugo y acercando las bolsas vacías.
A esa hora me llamó el sandy, quería 40 lucas. Le dije hermano estoy en la playa, tengo tu encargo, si te animai a venir, te los paso, niun atao. No quedamos en nada.
Ese día en la noche el Mota nos introdujo en la bohemia sansebastina, en la que se contaban dos bares de mala muerte -a la altura del 164 de avenida costanera del mar-, y un trozo de playa que había en la vereda del frente, con grupos de gente por todos lados. La Canela dijo que tenía frío, así que nos metimos a uno de los "restaurants" y pedimos una cerveza. Al ratito el Mota sale del local y vuelve un minuto después con 10lucas en la mano. Dijo querer operar como soldado por el findesemana,
Poco rato después apareció Erik, que era amigo de la infancia del Mota, ahí en San Sebastián. Erik era vecino de la tía del Mota también. Salimos con Erik a la playa y fuimos presentados ante varios grupos de gentes, con algunos compartimos y, no supe cómo, Erik hizo varias manos que fueron administradas vía Canela (ella andaba con la mochila). Yo supe de eso en la noche, cuando con nos acostamos con la flaca en la cabaña y dejamos que se nos desparramararan los cuerpos en la cama.
Al día siguiente la misión era hacer un hoyo en el suelo. La tía nos dijo que quería el hoyo más grande que pudiéramos hacer en una hora. Dividimos el trabajo: el Mota con una picota rompía la tierra, yo iba sacando con una pala, y la Canela se llevaba la tierra en carretilla. Una hora entera. Un nuevo hoyo para compost.
Justo que terminamos y me llama el sandy desde el centro de San Antonio, con 60 Lucas en la mano. Eran las 12 del día y la Canela se quedó durmiendo. Con el Mota nos fuimos en micro y nos metimos a una shopería donde estaba el sandy tomando shops con tres amigos suyos. Se desubicó el sandy porque me puso en situación de evidencia frente a sus amigos, que para mí son desconocidos. Me pasó las 60 Lucas en la mano, como para que les entregara los paquetes arriba de la mesa, con demasiado descaro. Pa pasarla piola hice esa ridícula finta de que "mi amigo, el dealer" me lo pasó todo junto y le entregué una bolsa más o menos por debajo de la mesa. El sandy reaccionó bien de ahí en adelante pero lo bloqueé al tiro de todos lados. Nunca más le vendo a ese weón.
De vuelta nos fuimos en colectivo y compramos un trozo de asiento y un pimiento morrón rojo y llegando a la casa fui a despertar a la Canela y empezamos a hacer un asao. La tía del Mota y la Canela se reconocieron la una a la otra como feministas y estuvieron conversando un recorrido histórico por el arte feminista -creo- donde opinaban acerca de las decisiones y errores en la vida de mujeres como Frida Kahlo o Simone de Beauvoir.
En eso llaman desde la calle y venía Erik con su mujer, Rosa. Dijeron que habían visto que estábamos haciendo un asao en el patio, así que en vez de cocinar vinieron con unos choripanes pa poner en la parrilla. Buena onda.
Corta: ese tal Erik me preguntó si podía venderle 200 lucas. Como no le di una respuesta convincente, me ofreció que lo pensara y que lo conversáramos más tarde, o al día siguiente. Luego veo que Rosa está enrolando uno con la tía del Mota, y era pura hojita no más pero fumamos todos.
Ese día en la noche la Canela me decía: así que en San Sebastián todos fuman, y esperábamos que algún ave nocturna pasara cerca de la ventana. Ninguna. Ahí decidimos hacerle la mano al Erik a condición de que nos facilitara un auto.
Al día siguiente teníamos que limpiar los vidrios de las ventanas en la casa. Todos los que alcanzáramos en una hora. La tía nos acercaba el limpia vidrios y varios utensilios ad-hok que iba yendo a buscar uno por uno: parecía tenerlos desparramados por toda la casa. 10 minutos antes de terminar me pasó 5lucas y me mandó al almacén a comprar artículos de aseo (cosas pesadas que a ella le cuesta transportar, como cloro y detergente), y 5 kilos de harina.
Cuando volví, la tía le contaba al Mota y a la Canela historias acerca del Instituto Pedagógico en los años 70. La tía se subía a las micros con una amiga, cantaban La Internacional, vociferaban que "La Revolución del Pueblo la Financia el Pueblo", y recolectaban limosna para financiar la campaña de Allende.
En eso el Mota me pide que lo acompañe a la cabañita y me dice que el Erik está presionando. Le propongo lo del auto y el Mota llama y en 20 minutos el Erik tenía un auto estacionado en la calle y partimos con la Canela. El Mota tenía que volver a Santiago y también se subió al auto y lo dejamos en Estación Central. En menos de 5 horas habíamos vuelto a San Sebastián. Ahí se empezó a ir todo a la mierda.
Primero llegamos donde la tía del Mota. No estaba, o no abrió la puerta. Estuvimos un buen rato golpeando.
Después fuimos, a pie, a buscar al Erik, a una cuadra. Nos atendió, por la reja, una señora que podría ser su mamá, que dijo que no estaba, que no sabía dónde andaría; pesada, prepotente la señora.
Fuimos al "centro" y nos metimos con la Canela a una feria artesanal. Estuvimos jugando StreetFighter y nos compramos un jugo de piña. Por ahí miro hacia la calle y veo a uno de los amigos del sandy, que me mira y me hace un gesto, como para que lo siga. No le digo nada a la Canela.
Salgo a la calle y lo veo a media cuadra, mirándome. Mientras me acerco voy reconociendo más caras, las de Erik y Rosa. Los tres me miran fijo mientras me acerco. Luego empiezan a caminar y se meten por una calle lateral. Leves gestos amenazantes me obligaban a seguir avanzando hacia ellos.
Caminamos casi toda la cuadra. Yo, unos 15 metros detrás de ellos, recibía amenazas visuales cada 3 ó 4 pasos. En eso Erik se da vuelta y me indica que mire hacia atrás. La visión me entrega el peor de los escenarios posibles: la Canela viene -muy digna y muy hermosa- acompaña de un desconocido.
Pienso que, claro, esto es una mexicana, lo que tengo que hacer es entregar todo y hacerles caso en todo. Erik me toca el hombro y me entrega un papelito. La Canela viene llegando. Quieren que los dos miremos el papelito. Lo abro y leemos: Las Madreselvas 3129, Macul. La dirección de mi casa.
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