sábado, 21 de junio de 2014
10:17
el caballero va leyendo el mercurio en un asiento del metro. su señora está en el asiento de al lado leyendo cumbres borrascosas, sintiéndose literata. el mercurio es enorme y el caballero hace lo que puede por hojearlo, pero le cuesta un montón: la sección de negocios se sale de control con la brisa y una de sus hojas vuela un cuarto de vagón. su señora ni se inmuta, lee. él ve la hoja volando, trata de cerrar el resto de mercurio entre sus manos, le cuesta ponerse de pie, yo me hago el que lo ignoro, y finalmente un pasajero amable se la devuelve. ahora el caballero se las tiene que arreglar para meter esta hoja rebelde entre las 3 hojas que tiene en la otra mano. lo que hace es buscar el lugar de la hoja perdida y tratar de meterla ahí, pero son demasiado grandes, inmanipulables. finalmente se aburre y lee lo que tiene a mano, con las hojas todas desordenadas. por ahí su mujer nota que se desocupó un asiento más allá de él, tenían 3 asientos -angostos- para los dos, y podrían ocuparlos todos, pero el caballero arrincona a su señora, mientras ambos leen o tratan de leer, y mete los bordes de las hojas de su mercurio encima de las cumbres borrascosas. ella le dice que se corra un asiento, y el caballero argumenta que en ese asiento se va a sentar otra persona. entonces la señora empieza a guardar sus cosas: primero marca la hoja en la que va en cumbres borrascosas, luego busca una bolsita, la abre, la mira, mete el libro, la cierra, la apoya, tranquilamente mientras el caballero sigue tratando de manipular esas hojas enormes que no lo dejan leer nada porque se doblan con el viento. su señora toma la cartera, la abre, la mira, mete la mano, saca un estuche, lo abre, lo mira, se saca los lentes de la cara y los mete en el estuche. abre de nuevo la cartera, la mira, y mete el estuche. cierra la cartera, el tren se detiene, ella le dice al caballero: llegamos, y el pobre todavía tiene que recoger la sección de deportes que había dejado en el suelo, doblar las hojas que tiene en las manos, tomar su bolsito, y correr detrás de su mujer, que ya está dando su primer paso fuera del vagón.
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Ojalá logre ordenar su diario, con tranquilidad, porque seguramente ella lo esperará en el anden, para subir juntos las escaleras.
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