Esa tarde yo entré tan volao a la clase que por supuesto no me fijé si la sala era la que correspondía, llegué y pasé y me senté en un asiento cerca de la ventana que da a avenida grecia, saqué un cuaderno para hacer como que escribía aunque de vez en cuando igual anotaba algunas cuestiones. La clase era sobre thomas kuhn y su libro sobre la revolución de las estructuras científicas. Me acordé que en la mañana cerca del dep había visto a un hueón que estaba leyendo ese libro. Era un loquito así moreno, con pecas, nariz grande, rasgos un poco árabes, vestido como de hueón normal, o sea, no era punqui ni andino ni deportista, se vestía como se visten los pacos infiltrados en las marchas, pero éste ni cagando era paco dije yo. Mi tía dice que ésa es ropa de mall; aún así yo al compadre lo miré harto rato mientras leía y me quedó gustando su resto.
Luego, en la clase, había una mina que me miraba caleta. Estaba sentada hartas sillas más atrás que yo pero en un ángulo donde podía verla súper bien y ella a mí. Yo me paranoquié porque pensé al toque ah esta hueona cachó que estoy volao y debe estar súper aburrida con la clase entonces se está fijando en todo lo que me quedo pegao. Esa fue la idea que se me metió en la cabeza. Yo seguí anotando algunas cosas, mirando por la ventana hacia la construcción, y después me puse a mirarla a ella con la misma obsesión con que yo creía que me miraba a mí. La mina era bonita, tenía unos lentes jipter y el pelo tomado, de hecho se parecía a la joven y alocada, salvo por el pelo tomado que estaba muy tomado, o sea, muy rígidamente tomado. Cuando la miré directamente, al principio se sonrió, así como coquetona, luego se puso súper seria y era como ese juego al que llaman las quemaditas, donde dos personas se miran a los ojos y el que los cierra primero pierde, pero en este caso ambos pestañeábamos, el desafío tácito era más bien cachar quién se dejaba de mirar primero, y en eso estuvimos, no sé, doce minutos, a lo mejor quince, hasta que el profe se cruzó y cuando pude volver a mirarla, ya estaba guardando sus cosas y salió de la sala antes de que acabara la clase.
Pero yo había empezado a hablar del loco que leía a kuhn. Cuando lo caché, dije ya un hueón que lee en la u de partida es raro, porque no está con sus compañeros ni está en la biblioteca, sino al lado del dep donde hay un ruido de mierda porque están haciendo los subterráneos del edificio culiao horrible ése. Además tenía pinta de árabe y eso igual me calentaba. Y pensé ya y si me acerco y le hablo ¿qué chucha le digo? Ah wena estai leyendo al kuhn. No po, qué ahueonao. Lo miré y me fumé un cigarro. Lo miré y saludé a unos compañeros del colegio que pasaron. Lo miré y pensé en ir a comprarme una chela a la boti, pero a la de quillagua no al tiempo. De ahí pasó en cleta el guatón Lolio y me dijo oe anda el fifty en los ceniceros. Yo le dije ya ¿y? ayer en las canchas del peda estaban vendiendo unos lucazos de cogollo entero wenos. El Lolio me dijo ya po entonces vamo echar una mirá pa allá ¿andai en bici? Yo andaba en bici pero la tenía en artes. El guatón Lolio me acompañó a buscarla y fuimos al peda. Baste decir que nos volamos la cabeza en la copa de agua, detrás de filosofía, con unos mechones de alemán que nos dijeron dónde comprar los pitos. Eran unos hueones como de treinta años, más raros que la chucha, que se pusieron a hablar sobre las habilidades náuticas de los griegos como ventaja militar.
Cuando salí de la clase de kuhn me metí al baño de hombres y al salir me topo de frente con la mina que se parecía a la joven y alocada, parecía una puesta en escena pensé, y ahora me miró con cara de amelie, así como inocentona. Caché que era mucho más rica de cómo la había visto en la sala. Nos miramos fijo, lo mismo que en la sala, hasta que un funcionario entró a miar y la loquita volvió a desaparecer. Yo nunca la había visto en la facultad, así que dije debe ser oyente del ramo de episte. Más me paranoiquió lo que hizo, me pasé el rollo de que me estaba siguiendo, que era rati, cualquier hueá. Bueno, rati no era. Ni ella ni el loco de kuhn. Porque ese mismo día en la noche, yo estaba carreteando con el Lolio y la Barbie y el Pezón y el Hegel y también estaba la Guara y el Porti y el Víctor Jara, un hueón que de verdad se llama Víctor Jara, estábamos chupando una garrafa de pipeño sin helado, como debe ser, y con el Lolio escuchamos que alguien tocaba a las barricadas en algo que parecía una gaita. El sonido se escuchaba como desde el semda, así que fuimos los dos a buscar quién tocaba la foquin varsoviana en la u en una gaita un viernes en la noche. Cruzamos el baño de ciencias, caminamos un poquito y sentimos olor a pitito. Dijimos ah por aquí es po. Y cuando nos acercamos a un claro, cachamos al loquito de kuhn ejecutando el himno obrero y, junto a él, la loquita joven y alocada con un pitito en la mano que lo miraba con cara así de enamorá, pero enamorá enamorá, entregá. Y no cacharon que estábamos ahí, parece, porque cuando el loco dejó de tocar, uno se abalanzó sobre el otro y se empezaron a comer, como se dice, con vehemencia. Y ahí el guatón carraspeó y los locos nos cacharon y entonces el guatón, yo creo que por no ser menos o porque es hueón no más, me agarró y me dio un terrible beso, así jugoso, y yo puta, dejé que me lavara los dientes con la lengua pero más porque estaba a no na da do por los avatares del azar que porque realmente quisiera que este hueón hiciera la gracia de comerme por comerme.
Y eso fue po. La mina la hizo y yo no la hice. El loco la hizo y yo no la hice. O, no sé, a lo mejor eran pololos y yo siempre estuve paranoiquiando y dando jugo conmigo mismo. Y no leí más al kuhn ni entré otra vez a la clase de episte porque los pitos de las canchas del peda eran siempre más grandes que mi problema.
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