miércoles, 1 de noviembre de 2017

Ajayu Leonardo Hernández






Tantas veces tu imagen pétrea me vio pasear, 
como engranaje desconectado del anclaje de la memoria,
pasearme frente a tus ojos desconociendo la historia contracturada 
entre las grietas del asfalto. 

Siempre sospeche la tragedia de los niños de la pared junto a la pintura del cóndor.  
Los tambores de tu eco me invitaron a la calle.
para tomarme de una mano pasearme frente a tus ojos y susurrarme los acontecimientos fatales. 

Fue primero de abril como si fuera 11 de septiembre de 1541, 
Alonso de Ercilla sigue inspirando funestos versos
 y en la calle que carga su nombre. 
No pudieron soportar el cantar ancestral del Siku, los demonios las conquistas. 
 Señora, ¿de qué manera los tengo yo de matar? - pregunta el 
Maldito Milico Carlos Julian Boin Ayala, herramienta inhumana del comando conjunto.  
 ¡Desta manera! -responde Inés de Suares. Y así como blandiera una herida en el cuello de Quilicanta, asesinando al ultimo gobernador legitimo del Collasuyo. 
el Maldito Milico Carlos Julian Boin Ayala, herramienta inhumana del comando conjunto.  Dispara su arma a tu corazón Ajayu Leonardo.  

Sonríe Doña Inez que 454 años continuaba sacando los cuerpos a la plaza para que viéndolos así los demás indios cobrasen temor de los españoles. La impunidad le sonríe a la democracia pactada y sus milicos intocables. 

Nada sospechan los Santos Sangrientos que creen asegurar sus miserias mundanas con el gusto por matar. Que somos visitantantes desde  Wiñay Marka Pueblo Eterno, Y al Pueblo Eterno Wiñay Marka nos devuelve la muerte. 

Esta noche que se acercan los mundos paseamos frente a tus ojos dos serpientes chocantes, niñas y niños disfrazados de imaginación inyectada por consumo y televisión. Y los convocados por el llamado subterráneo de tu memoria. 
 Sin contradicción alguna los niños mestizos amenazan gritar dulce o truco cuando entren a la plaza de Socoroma. 

Danzan al ritmo de las tarkas unicornios, guerreras mágicas, súper héroes, calaveras, animales y alimañas.  

 Torciendo la muñeca al espíritu de la colonia, se pueden tocar los saberes comunes de Celtas y Aymaras que tanto empeño a puesto el imperio en ocultar. 

Ajayu Leonardo, Gracias por la enseñarnos el saber de los antepasados achachilas. El sincretismo estratégico de vestirnos con las figuras de los santos del poder, para transmitir el saber profundo a los que sepan leerlo. 

Que si el barrio se enfiesta por muertos plásticos, que salgan también a danzar los fantasmas de nuestras heridas abiertas y los ancestros de todas generaciones de humanidad. 

¿Donde más si no en el carnaval  aprenderemos la danza atávica, bailarla y enseñarla a los niños como vehículo de memoria? Donde mismo los cuerpos bailan en sentido contrario del transito maquinal. Donde mismo marcamos en el tiempo el recuerdo que le resiste a la grúa pluma. En ningún otro momento están todas las generaciones volcadas a la calle, las guaguas y los ancianos pidiendo dulces, niños y niñas jugando a ser todas las posibilidades, adolescentes conociendo las calles con talante soberano. 

Paseamos frente a tus ojos danzando con los pasos secretos que nos enseñó el Chaman Pájaro Amarillo cuando el ejercito Yanqui estaba aprendiendo a masacrar pueblos libres en Wounded Knee, el canto mágico de la lengua Sioux decía   “La pradera es grande y las Balas no irán hacia ti”, “Las balas no irán hacia ti”, “Las balas blancas no podrán tocarte”.


 Nuestros cuerpos serpenteantes tomados de las manos ocupan la calle y las balas del Maldito Milico Carlos Julian Boin Ayala, herramienta inhumana de la escuela de las Américas. No podrán tocarte, porque la coordinación de la danza nos enseña a organizarnos, a comunicarnos por el gesto, a tocarnos con nuestros iguales. Apoderarnos del transito, mantener la memoria humeante, esa bala no podrá tocarte, porque tu historia no será olvidada y acosará a todos los que dispararon esa bala. 

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