cabros me da un poco de vergüenza lo que hice. como les había comentado, en el curso hay dos o tres jóvenes, cuyos apellidos desconozco, que no parecen pertenecer, como la mayoría de los demás, a los estratos socioculturales más bajos de este antipaís. en otras palabras, no son ná de pobres. tampoco son tan pitucos si están en esta. hay uno en particular que tiene no pocas espinillas en el paño y dos corridas de frenillos grises inundándole los dientes. buena persona yo diría. lo había cachado dos o tres veces el primer mes, empleado del retail, veintipocos. ahora desde la semana pasada tengo clases con él. no le va bien ni mal. no participa mucho en clases, aunque llega temprano y tiene mirada de comprender lo que está pasando a su alrededor. ayer llegó media hora tarde, con el rostro desencajado, la mirada perdida, el profesor le requirió explicaciones acerca de los motivos del retraso, recibiendo una respuesta vaga del tipo "tuve algunos problemas". se sentó cerca mío, o sea que lo estuve sapiando, tenía la mirada perdida, estaba pensando en otra cosa, no escuchaba la clase. en el break me olvidé de él, bajé con los demás compas a tirar el tallón con un cafesáceo. por motivos azarosos volví al salón de clases de los primeros, encontrándome con este cabro sentado solo en medio de la sala, escribiendo desesperadamente en una hoja de su cuaderno. como lo caché en ese momento íntimo, no quise interrumpirle, desviándome como si fuera pa otra parte, pero el loco me cachó, sin mirarme. procedió entonces, en un gesto teatral aunque no alumbrándosela, a arrancar la hoja casi entera escrita, arrugarla convirtiéndola en una pelota, lanzándola en el basurero del salón, para salir de la sala camino al baño. el gesto tuvo al menos otros dos posibles espectadores, que no sé si miraron como yo. mi compare estuvo todo el resto de la clase con el gesto de perderse en su dolor, sin prestar atención a las idioteces del profesorado. terminando la sesión, híceme el larriox durante casi dos minutos y cuando finalmente todos salieron de la sala me agaché metiendo la mano al basurero, recuperando la escritura del loquito, como dije, una página casi entera de texto, cuya fotografía comparto a continuación con ustedes y cuya materialidad atesoraré por algún tiempo para no olvidarme de ¿qué?
(perdí la fotografía)
sábado, 18 de marzo de 2017
miércoles, 15 de marzo de 2017
Vladimir es a Vladimiro lo que Waldemar es a Valdemiro
Estaba duchándome aquí, en nuestra casa, donde las duchas son angostas y de pisos irregulares, donde mi propia gordura dejaba poco espacio para las maniobras. Iba en la parte donde enjabono toda mi cara, incluyendo la barba, las patillas, las cejas y las pestañas, por ende, también los ojos, lo que me obligó a enjuagar mis manos con los ojos cerrados, y llenos de jabón. Estaba entonces desnudo, con la cara llena de jabón, los ojos cerrados obviamente para evitar irritación, tratando de enjuagarme las manos.
Hubo... ¿cómo decirlo?... una especie de suspiro, un rumor leve, un ligero cambio de temperatura. Entre mis manos había otra mano, pero dura, alargada, me seguí enjuagando las manos al tiempo que iba sobajeando mis palmas y antebrazos con esta tercera extremidad. La tercera mano colaboraba enérgicamente y sentí cómo el cuerpo que la acompañaba se pegaba al mío. Me rozó una rodilla con la suya, también su abdomen, abultado, se acercó al mío, rodeándome con un huesudo brazo la espalda.
Yo estaba muy tranquilo, con los ojos cerrados para evitar irritación, cuando sentí algo en mi cara. Era una boca o algo como una boca, como si estuviera sacando la lengua, pero me resultó extraño. Seguía tranquilo cuando quise llevar mis manos a la cara para sacarme el jabón de los ojos y ver, pero este cuerpo me abrazaba por todos lados y no podía alcanzar mis ojos con las manos. Ya algo nervioso abrí los ojos.
Estaba abrazando al más horroroso alien que puedan imaginar, ese antropomorfo, delgado, sin sexo, y gris bicharraco inventado por la televisión imperial, el e.t. de las imágenes del "accidente de roswell". Su cabeza alargada era enorme, del tamaño de una guitarra, y sus ojos, más grandes que el envase del shampoo. Me estaba abrazando también con sus piernas. Me empezaron a arder los ojos, producto del jabón, y tuve que cerrarlos.
Alcance a ver, eso sí, su diminuta boca, fruncida, acercándose a la mía. Entre mi boca y la suya se extendía una pasta firme y resbalosa, esa pasta representaba algo, no supe qué, una sensación muy extraña. Ya no podía verlo, me dolían mucho los ojos. Intenté moverme, pero noté que esta... cosa... estaba totalmente montada sobre mí, pesaba unos 60kilos y no pude dar un paso, aunque lo intenté.
Creo que se puso nervioso cuando traté de dar ese paso. Empezó a tambalearse y contorsionarse frenéticamente, siempre aferrada a mí, se daba de cabezazos contra las paredes, me apretaba el cuerpo, era como si tuviera un ataque epiléptico. Me empecé a sentir ahogado. Ya había estado en compañía de esta monstruosidad durante unos 2,5segundos y la situación me estaba comenzando a angustiar y a aterrar.
En cierto instante esta cosa se dio tan fuerte contra la pared que su cabeza se abrió, saliendo un líquido viscoso negruzco que empapó las paredes, también mi cara, abrí de nuevo los ojos. Esa imagen terminó de horrorizarme, di un salto, un espasmo importante, tratando de sacar de encima mío tanta repugnancia. Estiré igualmente los brazos y las piernas con mucha fuerza, en una acción liberadora. Sucedió de nuevo ese suspiro y el cambio de temperatura. Instantáneamente después iba cayendo, así que me aferré a lo que pude, que resultó ser la cortina de la ducha.
Con gran estruendo caí al suelo, solo, seguido de la cortina, rota, con los ojos ardiendo llenos de jabón. Desde afuera el mono me preguntó si estaba bien y yo, mientras me enjuagaba los ojos con el chorro de agua caliente que nunca dejó de caer, le gritaba que sí, que sólo había tenido un pequeño accidente.
Si me preguntan, creo que estaban haciendo estudios acerca de la psicología humana, acerca del pudor o del placer, tal vez, del asco. Tal vez era yo mismo. A veces en las noches me gustaría sentir de nuevo su peso, resulta extraño, tocarla de nuevo, me gustaría vivir eso de nuevo.
Hubo... ¿cómo decirlo?... una especie de suspiro, un rumor leve, un ligero cambio de temperatura. Entre mis manos había otra mano, pero dura, alargada, me seguí enjuagando las manos al tiempo que iba sobajeando mis palmas y antebrazos con esta tercera extremidad. La tercera mano colaboraba enérgicamente y sentí cómo el cuerpo que la acompañaba se pegaba al mío. Me rozó una rodilla con la suya, también su abdomen, abultado, se acercó al mío, rodeándome con un huesudo brazo la espalda.
Yo estaba muy tranquilo, con los ojos cerrados para evitar irritación, cuando sentí algo en mi cara. Era una boca o algo como una boca, como si estuviera sacando la lengua, pero me resultó extraño. Seguía tranquilo cuando quise llevar mis manos a la cara para sacarme el jabón de los ojos y ver, pero este cuerpo me abrazaba por todos lados y no podía alcanzar mis ojos con las manos. Ya algo nervioso abrí los ojos.
Estaba abrazando al más horroroso alien que puedan imaginar, ese antropomorfo, delgado, sin sexo, y gris bicharraco inventado por la televisión imperial, el e.t. de las imágenes del "accidente de roswell". Su cabeza alargada era enorme, del tamaño de una guitarra, y sus ojos, más grandes que el envase del shampoo. Me estaba abrazando también con sus piernas. Me empezaron a arder los ojos, producto del jabón, y tuve que cerrarlos.
Alcance a ver, eso sí, su diminuta boca, fruncida, acercándose a la mía. Entre mi boca y la suya se extendía una pasta firme y resbalosa, esa pasta representaba algo, no supe qué, una sensación muy extraña. Ya no podía verlo, me dolían mucho los ojos. Intenté moverme, pero noté que esta... cosa... estaba totalmente montada sobre mí, pesaba unos 60kilos y no pude dar un paso, aunque lo intenté.
Creo que se puso nervioso cuando traté de dar ese paso. Empezó a tambalearse y contorsionarse frenéticamente, siempre aferrada a mí, se daba de cabezazos contra las paredes, me apretaba el cuerpo, era como si tuviera un ataque epiléptico. Me empecé a sentir ahogado. Ya había estado en compañía de esta monstruosidad durante unos 2,5segundos y la situación me estaba comenzando a angustiar y a aterrar.
En cierto instante esta cosa se dio tan fuerte contra la pared que su cabeza se abrió, saliendo un líquido viscoso negruzco que empapó las paredes, también mi cara, abrí de nuevo los ojos. Esa imagen terminó de horrorizarme, di un salto, un espasmo importante, tratando de sacar de encima mío tanta repugnancia. Estiré igualmente los brazos y las piernas con mucha fuerza, en una acción liberadora. Sucedió de nuevo ese suspiro y el cambio de temperatura. Instantáneamente después iba cayendo, así que me aferré a lo que pude, que resultó ser la cortina de la ducha.
Con gran estruendo caí al suelo, solo, seguido de la cortina, rota, con los ojos ardiendo llenos de jabón. Desde afuera el mono me preguntó si estaba bien y yo, mientras me enjuagaba los ojos con el chorro de agua caliente que nunca dejó de caer, le gritaba que sí, que sólo había tenido un pequeño accidente.
Si me preguntan, creo que estaban haciendo estudios acerca de la psicología humana, acerca del pudor o del placer, tal vez, del asco. Tal vez era yo mismo. A veces en las noches me gustaría sentir de nuevo su peso, resulta extraño, tocarla de nuevo, me gustaría vivir eso de nuevo.
viernes, 10 de marzo de 2017
Recodos de la literatura o del pensamiento
La naturaleza no existe, pero no todo cuanto percibimos es un artificio. La verdad yace en un pliegue
La semilla del tiempo es impredecible y, precisamente a causa de ello, necesitamos examinar las técnicas de la mensura.
El luddismo es un ludismo.
La sinceridad es epocal. La parrhesía es un taldo en el trabajador creativo.
La nobleza de obrar lo que se ejercita por oficio.
La división entre trabajo manual e intelectual pudre todo acto creativo y valoriza la obra como producción separada de su realización en el mundo. Como sabemos, siempre en pos de la acumulación.
Víctor Jara preguntó ¿qué saco rogar al cielo? A través del cielo dinámico, la pena de Alepo Este es la gloria de un infame comercializador de petróleo, y el calor de la Universidad de las Artes envuelve húmedo el vendaval maorí.
El brillo del museo miente siempre. Sin embargo, no por esto deja de ser cierto su testimonio. El eterno retorno de las explosiones y conmociones que destruyen épocas y ciudades.
Pensar en tiempos de volcanes. Magos: lo que hay de dioses en uno.
Parte importante de esto es la batalla contra el ego. Cómo vivir con el cuchillo enterrado.
Esta fiesta de varones está a punto de terminar. ¿La poesía no era un arma cargada de futuro?
jueves, 9 de marzo de 2017
Tercera carta a la juventud latinoamericana
No hay proezas. No hay algo así como la salvación o la redención, ni de la sociedad, ni de las mujeres, ni de los pobres. Estamos sumidos en un pantano en el que, sin embargo, todo lo que podemos hacer es aprender a nadarlo. Hacer líquido lo viscoso. Para lo cual, la voluntad sin verbo desplegada. Subcomandancia múltiple o ejército de desertores. Escapar del equilibrio, de la ronca comodidad, del turismo que es darse vueltas en la moneda para volver a lo de siempre.
El agua es vida, repiten los resistentes por todo el territorio. Y cuando la equivalencia hace finalmente sentido, el territorio se ha redefinido. Éste supone una frontera, una línea divisoria, una demarcación donde se separa de los otros lugares, donde otras fuerzas se agarran a machetazos para tronar y dejarse llover. Allí donde hay agua, el suelo es más blando. La cautela es más necesaria para pisar y siempre que posas el volumen del cuerpo sobre la tierra, ésta responde al movimiento, te dice pase, siga, o le abre paso a la serpiente.
Dicen los viejos que la juventud no tiene miedo, porque ellos se han engullido su potencia con el hambre de la estabilidad. Han dejado de pensar, sólo tienen recetas para actuar las que proceden del temor a que el hueso se agrande. A que el brazo se haga martillo, aún a los treinta años. ¿De qué se trataba hacer la revolución? En una playa del litoral de los poetas, una niña de pelo corto interpela al diputado del partido común... "¿no que era hasta vencer o morir? Si no vencieron, ¿por qué no estáis muertos?".
Quienquiera diría que no lo estáis (...) Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.Cesárea Tinajero
Idealidad de la comunidad, trascendentalización de la existencia. Habitar la tormenta es habitar la paradoja, sumergirse en la experimentación cuyo coeficiente sea la sospecha. La poeta mexicana no era la mera excusa para aventurarse. Varios siglos ha que las compañeras de la Brigada de la Extrañeza llevan buscando a Gabriela Mistral en los desiertos de Atacama, poblados de falanges violadas, hioides calcinadas, mientras Roberto Bolaño sigue describiendo a la "putita" en el asiento del copiloto.
¿Dónde escondieron el arsenal de las nuevas armas? ¿En las entrañas del muro de Trump? ¿En la ribera del Canal de Nicaragua? ¿En el pantalón blanco del cholo argentino? A su retirada de Port-O-Prins, mientras los perros ladran al batallón Chile, el coro ancestral de esclavas y esclavos libertos por su propia fuerza, entonan el canto general de los dolientes. Los soldados, que tuvieron suficiente tiempo para leer las obras cumbres del boom, entienden a la postre que el realismo mágico era lo mismo que la guerra en curso, y se van abriendo las venas en el acorazado Pizarnik, bajo la atenta mirada de la contralmirante Rosario Castellanos.
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