Que el suicidio de femicidas y tortuadores añejos sea un virus entre los de su calaña. Que todos los fantasmas les penen y todos sus ancestros se averguencen. Que la piedra no encuentre piedad y ni el cielo los sumerja, ni los mares le pudran, ni la tierra los incinere, ni el fuego los esparza. Que la cobardía les repita los ojos y lo siniestro se nuble en sus casa. Que el metano se concentre en su aliento y el alma o el recuerdo se les dispare entre los tiempos.
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