miércoles, 16 de septiembre de 2015

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Mira, recién después de 50 años tenemos los primeros resultados, digamos, las primeras experiencias de autonomía real, de construcción social independiente. La comunidad funciona. Nosotros cocinamos la cerveza y preparamos el jabón, además criamos águilas, o más bien las domesticamos, aunque prefiero pensar que nos hicimos amigos. Nosotros les damos comida, ellas nos llevan encargos. Somos 37 comunidades. Estamos rodeando Santiago. Ahora comienza el asedio.

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Fue en una visión mágica, en un lugar de poder cerca de Talagante, sobre un cerro, justo al amanecer. La Cordillera de Los Andes se veía en una larguísima extensión, diría yo, unos 400 kilómetros de cordillera a la vista, casi 180 grados. Nos dio la sensación de estar habitando “un planeta como cualquier otro”, desértico, perdimos el equilibrio imaginando al hombre de pie sobre este planeta esférico que flota en la nada, impotentes ante el gigantesco murallón impenetrable que se presentaba a nuestra mirada.

Y vimos algunas cosas. Un águila. Una neblina que bajó desde las montañas y se depositó sobre el valle, ocupando cada rincón. Nosotros estábamos más alto que las neblinas y vimos al Estado cubierto de ella. Excepto por alguna carretera, no había presencia de la civilización sobre la neblina. Y vimos cordillera costera, vimos cordones intercordilleranos, vimos picos, rocas gigantes, pero fuimos también visando prados, espacios habitables, nos veíamos organizando comunidad sobre la cota 2mil, Región Metropolitana. Comunidad sobre la cota 2000, Región Metropolitana.

Las primeras expediciones las hicimos en un vehículo marca Suzuki modelo Jimmy. Salíamos desde la Ciudad Satélite y tratábamos de acercarnos a las montañas por Isla de Maipo, por Valdivia de Paine, luego nos interesaba el cordón montañoso al sur de Talagante y llegando a Melipilla doblamos hacia el sur y encontramos un camino por el otro lado del cordón, en un sector llamado Cholqui. Preguntando cómo ascender a las montañas empezamos a escuchar sobre la Quebrada de los Niños y en la segunda expedición al sector llegamos a la misma, que se presentó como una quebrada impenetrable a primera vista, pero cuya selva fue abierta a machetazos por la Fragua, mi eterna compañera.

Ascendimos, como digo, algunos kilómetros. Cerca de las 10 de la mañana nos encontramos a unos 1100 metros de altura una suerte de valle, inclinado, es cierto, pero donde sería razonable instalar una casa y un huerto, no parecía nevar en invierno. Ese día también vimos águilas. Finalmente cruzamos hacia el otro lado, cota 1600, pleno verano, cerca del atardecer. Tuvimos una monumental visión del valle de Maipo, a la altura de Talagante casi. La cordillera apareció al fondo esta vez incluso como accesoria, en términos visuales, digamos, pero el valle se veía como la fuente de la decadencia, se veían chimeneas, cerros destrozados, se escuchaba un zumbido. Nunca con la Fragua quisimos ver algo así.

Nos quedó claro. La semana siguiente ascendimos por la llamada Quebrada El Jardín, cerca de la localidad Carmen de las Rosas. La subida fue más complicada y el machete de la Fragua cortaba menos que las veces anteriores, creímos que estaba desafilado. Encontramos uno tras otro cerros escarpados y nada que pareciera habitable. De alguna forma perdimos las esperanzas.

Las siguientes semanas estuvimos recorriendo quebradas más cercanas a la capital, el Bosque Panul, El Arrayán. Un día de caminata desde el transporte público nos pareció prudente. Recorrimos La Campana. Varias semanas después volvimos a Cholqui y ascendimos por la que nos fue presentada como la Quebrada de las Bandurrias. Caco se llamaba, era muy precisamente lo que se entiende por un “huaso”. Nos guió por la quebrada diciendo que conocía todos los caminos, pero la Fragua de todas maneras agarró algunas partes a machetazos para facilitar mi marcha.

El resultado fue deslumbrante. Encontramos un pequeño valle, ciertamente escarpado, protegido de la vista de la civilización por cerros, que tenía una salida fácil que bajaba directamente hasta la ribera sur del río Maipo. Yo ví una ciudad de piedras y escaleras larguísimas, con escalones amplios como los de la Villa Frei.

Encontramos digo, pero realmente fue la Fragüis la que encontró la vertiente. Un pequeño riachuelo metido entre los matorrales. Comenzaba en una cascada minúscula que quedaba escondida entre las rocas, y en dos lugares el caudal crecía: parecía haber otras dos vertientes que se sumaban al flujo, creemos que de forma subterránea. Cerca de un kilómetro de rápido descenso hacia el Maipo, el afluente entró en un breve charco que jamás crecía, entrando el arroyo a formar parte nuevamente de las napas subterráneas.


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Mira, ahí vienen las gaviotas. Llegó el pan. Quién se iba a imaginar que las gaviotas vuelan tan alto, pero cruzan por aquí a Aculeo. No fue tan difícil domesticarlas una vez que inventamos la acuicultura cordillerana, realmente un gran avance. Primero armamos el humedal. Encontramos una zona donde la inclinación era de menos del 10% y gastamos varios meses construyendo ese enorme murallón, la gente quería que se viera como una cordillera. Ahí están los chorlitos cordilleranos.

Ven a conocer el ascensor. Estas reuniones las hacemos en el lugar más alto de La comunidad, los instrumentos indican una altura 2367 metros sobre el nivel del mar. Varios meses al año no se puede entrar, por el viento, pero los cóndores igual llegan. El ascensor es manual y bipersonal. Es un sistema de poleas que avanza lentamente por el borde de una roca, una jaula con ruedas laterales para amortiguar, finalmente la jaula queda en 45grados y empieza una escalera de madera enganchada con clavos a la roca, y cuerdas para afirmar las manos. La casa está al final de la roca, en una zona casi plana. Como ves, la madera de la casa está enganchada a las rocas con clavos, como la escalera, y no es demasiado peligroso, incluso vienen algunos ancianos, niños amarrados a las espaldas de sus padres, etcétera.

La gente se reúne en esta casa a discutir los grandes asuntos de las organización. Mira. Están los amigos de melipilla. Allá veo gente de la toma del Alto Chena. Los amigos de rinconada de Maipú. Los amigos de la Quebrada de San Ramón, que viven a escondidas en territorio del parque. El piño de escaladores profesionales y los últimos que se sumaron, los de las alas delta.

Ahora va a empezar la reunión. Como ves, acá no hay electricidad así que la casa está equipada con antorchas en hoyos en el suelo, sólo hay traer combustible y lumbre, y sentarse en derredor, siempre se ha hecho así, sentados de forma dispersa. Van a hablar los cabros del Maipo.

El asunto de la reunión es bastante claro. Después de varias reuniones discutiéndolo, creemos que es consenso la idea unificar los sistemas de defensa de las comunidades de la Región. Ya contamos con 37 comunidades que adscriben al manifiesto de la montaña y sólo 21 de ellas cuentan con sistemas de defensa apropiados. La idea sería agregar un párrafo al manifiesto que rece una idea como la siguiente:

las distintas comunidades, de forma coordinada, levantarán una red de protección que se encargará de asegurar la autodeterminación del territorio adscrito a La comunidad.

Ahora viene la interminable discusión acerca de si asegurar La Paz del territorio o la defensa del territorio. Es cierto que uno de los sentidos de La comunidad es organizar rebeldía y luchar contra el estado y el capital que oprime a nuestros familiares allá abajo en el valle, pero también queremos vivir tranquilos acá arriba.

Fácil el argumento de ese niñito de Chada (¿o era de huelquén?) que dice que la formación de una red de protección sería la formación de un ejército informal, pero es certero, una buena parte de la asamblea está de acuerdo con que se forme una fuerza armada, y el párrafo es sólo decirlo de otra forma, aunque no deja de ser cierto que en el manifiesto de la montaña todo se dice de otra forma (para empezar, está escrito sólo en minúsculas).

Mira, llegó un cóndor. Dejemos que sigan discutiendo acá y vamos a darle la ofrenda. Casi todos traen algo para los cóndores. Mira, lleva un paquete. Cuando traen algo se acercan y lo cambian por una ofrenda, pero hay que mirar el paquete antes, no tomarlo si no es para ti, pero siempre darle la ofrenda al cóndor, y nunca dos ofrendas, no queremos que se enguate. La cosa es así con las aves, nosotros cazamos para ellos a cambio de que ellos sigan nuestras rutas. Además el cóndor hace lo que quiere y los paquetes igual se pueden perder. Ese no es para acá, dice Noviciado. Ojalá llegue.

Las Águilas son más inteligentes... Pero eso te lo contaré otro día, ahora vamos a dormir un rato. Mientras dure esa asamblea, en tu bolso están las zafradas. Duerme tranquilo, tenemos comida y algo de agua, al amanecer bajaremos al Maipo, conocerás la primera comunidad.

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