martes, 15 de septiembre de 2015

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Cuando nos juntamos a la entrada del Cineplanet del Costanera Center yo tenía dos cosas que contarle al Perito. La primera era que me habían abierto un sumario en la facultad por pegarle a un profesor y la segunda, que aunque no lo parezca está estrechamente relacionada con la primera, que el fin de semana habían robado 12 grabados originales del Durero desde una casona en Las Condes.

El Perito no era todavía perito, en estricto sentido, pero había entrado a la Escuela de Investigaciones después de titularse de Ingeniero Informático, porque decía que le gustaba la coca, las armas y las putas. Pero todavía no conocía nada de eso. En realidad sólo decía que le gustaba la coca aunque nunca la había probado, probablemente las armas las conoció al entrar a la Escuela y de las putas, nunca sabremos. No obstante, el Perito se jactaba de que esa trinidad era su, digamos, motor de vida.

Lo que yo tenía que decirle al Perito era fundamental, porque él era la única persona que podía salvar mi pellejo de ambos acontecimientos. Y para eso, era indispensable que le contara la verdad, aunque de ese encuentro sólo saliera un complot que daría un sentido completamente distinto a los sucesos.

La historia con el profesor es simple, algo que debería pasar por lo menos una vez al año en alguna escuela de filosofía de Chile. Christian Holztek, quien hace clases de Antropología Filosófica en la Universidad de Chile y de Introducción a la Filosofía en el Pedagógico, había publicado una carta con motivo de las elecciones de la Federación de Estudiantes donde impugnaba la politización del espacio universitario, aduciendo que el introducir la política a la universidad era descuidar ese privilegiado espacio heredero de la Academia de Platón, donde debe primar la contemplación y una especie de suspensión de la mundanidad. Hablaba así, de la universidad como un templo, y eso lo decía contra las elecciones de la federación, en una universidad donde la derecha no ganaba una elección hace doce años. Estaba pidiendo a gritos que alguien le sacara la chucha y fui yo quien tuvo que asumir ese rol. Cuando llegué a su clase el miércoles pasado, media hora tarde, era el único en la sala. Allí empezó a despotricar contra los estudiantes en el mismo tono elitista, diciendo que estábamos meando el jardín de Academo, que éramos flojos y estúpidos porque no íbamos a su clase, lo cual es cierto pero no necesariamente porque seamos flojos sino porque sus clases son una mierda. Y una mierda a las 8 y media de la mañana en invierno es insoportable. Yo lo escuché sin decir nada y, para cuando tenía que descargar mi batería argumental, ésta se tradujo en una patada en la cabeza que demostró mi eficiente capacidad de elongación, y que luego se replicó en tres, cuatro, cinco golpes más, cuando el sujeto ya estaba en el suelo, malogrado. Lo abandoné a su suerte en esa sala de concreto y vidrio para cincuenta personas en que sólo estaba él y yo, y al retirarme lo escupí sin decirle nada.

Por supuesto, me denunció. Me llamaron de la secretaría de estudios para preguntar mi versión de los hechos y yo lo negué todo, dije que no había ido a la clase, y eso es en alguna medida cierto porque no hubo clase, sólo su reproche y mis patadas, pero esto último no lo mencioné. El secretario me informó que de todas maneras tenía que abrir un sumario para investigar los hechos y yo le dije que ningún problema, que yo no había ido a la clase y que por lo tanto no tenía nada que ver con la golpiza a Holztek. También le dije que no me sorprendía que alguien le hubiera pegado. Desde ese momento estaba sumariado. Podía perder la beca y eso significaba endeudarme de manera ridícula, por un monto cercano a los 20 millones de pesos, los cuales, si los tuviera, evidentemente los destinaría al pie de una propiedad para no seguir pagando arriendo, o quizás me alcanzaría para comprar una propiedad íntegramente, debe haber departamentos que cuesten 20 millones en alguna comuna de alcaldesa comunista como Pedro Aguirre Cerda o a lo mejor un ranchito en Paraguay. El asunto es que no podía dejar que ese sumario avanzara.

Paralelamente al asunto con Holztek y el secretario de estudios, una banda indeterminada de sujetos entraba con una Mercedes Sprinter al Centro Cultural de Las Condes, procediendo a sustraer un total de 12 grabados en buril de Albrecht Dürer, más conocido como El Durero. Eso informó la prensa, repitiendo con las mismas palabras el parte policial, como es su costumbre. Lo que no sabía la prensa ni la policía (porque si lo supiera la prensa lo sabría la policía, y si lo supiera la policía estaría enterada la prensa) era que los sujetos indeterminados también eran estudiantes de la facultad, y que el comprador de uno de los grabados sería la madre de Holztek, la señora Michelle Kompan, nacida y criada en la ciudad de Valdivia, habitante al día de hoy de dicho bastión germanoide, quien iba a pagar nada menos que 20 millones de pesos por el grabado "San Eustaquio".

Así las cosas comienzan a calzar, me dijo el Perito en el patio de comidas del mall Costanera, quien ya iba cachando la labor que tendría que cumplir para salvar mi pellejo de este asunto y, de paso, ganar alguna tajada con el remanente del grabado. Lo que todavía no estaba claro es el estado en que se encontraba el desarrollo de los sucesos del Durero.

En el momento en que yo me zampaba unas papas fritas del Tarragona a la vez que le relataba todo esto al Perito, los estudiantes de la facultad de filosofía, ya desenmascarados, se encontraban haciendo guardia de las obras en el subterráneo de un departamento muy cercano a la universidad, que alcanza a ser parte de lo que llamamos Villa Olímpica, y que en el fondo es una reunión de muchas poblaciones de blocks de 3, 4 y hasta 5 pisos, planificados y construidos en la década de 1960, en pleno auge de las políticas desarrollistas en América Latina, y que abarca desde las avenidas Grecia, Marathon, Lo Encalada y Carlos Dittborn. Aunque, hay que decirlo, también hay un edificio de 14 pisos en lo que podríamos reconocer como el centro de la villa, cerca del espacio comunitario que el alcalde quiere destruir. Pero no se crea que este edificio es uno de esos Froimovich o Imagina, no, tiene la misma data que todos los otros edificios y de ésos deben haber unos 5 ó 6 en la Villa Frei, muy similar en algunos sentidos a la Villa Olímpica. El subterráneo en que se encontraban los muchachos era desconocido para todos los habitantes de la villa, pues lo habían cavado artesanalmente un mes antes, cuando se fraguó este plan con la llegada de la exposición del Dürer a Las Condes. Este subterráneo estaba construido a la manera de un tatú, exitosa arquitectura de la guerrilla vietnamita que permitía almacenar aislados de la humedad las armas y alimentos de los combatientes antimperialistas. Los estudiantes de la facultad de filosofía habían contactado a través de un empresario salmonero, padre de otra estudiante del postgrado, a posibles compradores de los grabados, todos habitantes al sur del Lago Ranco. El más barato se iba a vender a 18 millones de pesos y los más onerosos ascenderían a la suma de 50 millones, todos los cuales se pagarían en billetes de 5, 10 y 20 mil pesos no secuenciados al interior de mochilas para camping marca Doite con capacidad de 80 litros.

La señora Michelle Kompan, esto ya lo establecimos, pagaría 20 millones de pesos por "San Eustaquio". Esta transacción se efectuará a las 15 horas de mañana en la cafetería Lolas del terminal de buses de Valdivia, eso le dije al Perito. Y él me dijo: perfecto, entendido, ahí voy a estar.

Tomamos el metro desde Tobalaba hasta Universidad de Santiago, donde acompañé al Perito a comprar su pasaje en Jac a Valdivia. Sólo llevaba consigo su maletín con una computadora MacBook Pro de 13 pulgadas y un abrigo negro. El bus salía a las 9 de la noche y eran las 20.36, así que salimos a calle Jotabeche a fumar un cigarrillo, y en la vitrina de una tienda de chinerías vimos que vendían armas de fogueo. Tenían un modelo muy similar a la pistola FAMAE Beretta 92, reglamentaria de la Policía de Investigaciones. El Perito no era aún policía, esto también lo señalamos, pero tenía de todos modos una tifa que llevaba en su billetera, la cual decía con letras minúsculas "aspirante". Compramos la Beretta de fogueo, el Perito la guardó en su maletín, y embarcó en el Jac patente BXFN87 rumbo a Valdivia. A la mañana siguiente, me llamó desde el terminal y me dijo que todo iba de acuerdo al plan.

El plan consistía en que el Perito se instalaba desde temprano en el café Lolas, se presentaba como Inspector Vargas ante la cajera y dueña con su credencial de aspirante, le informaba que iba a desarrollar un procedimiento a las mil quinientas, que no se preocupara porque no implicaría ningún hecho de sangre, y que por ningún motivo llamara a Carabineros porque ellos se van a querer quedar con los créditos y éste es un caso en el que él ha estado trabajando por mucho tiempo.

***

A las mil cuatrocientas cincuenta entra el estudiante de literatura inglesa con un portaplanos negro y se pide un café con leche. Doce minutos después entra la señora Kompan junto a un niño que acarrea una mochila Doite modelo Kados, el cual se retira inmediatamente después de recibir de la señora Kompan un billete de mil pesos. La señora se sienta en la mesa del estudiante, lo saluda de la mano y yo me cambio de mesa para escuchar la conversación. Espero la transacción y, en eso, me identifico como Inspector Vargas de la Brigada de Delitos contra la Propiedad. Ambos se sobresaltan, el estudiante intenta ponerse de pie, pero yo hago el ademán de sacar mi arma falsa, y él desiste. Les doy la instrucción de que no se muevan y le informo a la señora Kompan que está detenida y que tiene que acompañarme. Al estudiante le informo que vendrán por él mis compañeros de la brigada y que no debe moverse del lugar. Me llevo del brazo a la señora, con la mochila en la espalda y el portaplanos dentro. Tomamos un taxi en avenida Picarte y le indico al taxista una dirección en el sector de Barrios Bajos. La señora Kompan está evidentemente triste, yo sólo me dedico a estudiar su rostro y procurar que el taxi no tome un camino muy extenso. En calle Baquedano nos detenemos, le pago al taxi y conduzco a la señora a una casa de madera de unos estudiantes de la Universidad Austral. En ese momento le informo a la señora Kompan que tiene una posibilidad de salir indemne de la situación, perdiendo por supuesto tanto el grabado como el dinero. Sus ojos brillaron como si estuviera ante Jesús Cristo, y esperó la revelación de los labios de este servidor.

-Usted tiene un hijo que es profesor en Santiago, ¿nocierto?
-Sí, Cristiancito. Hace poco le pegaron...
-Christian Friedrich Holztek Kompan
-Él mismo, lo agredieron unos estudiantes de la universidad...
-Escuche, señora Kompan, algunas cosas que le voy a decir a continuación pueden parecerle extrañas, pero si usted no quiere pasar sus últimos años en el penal de Llancahue, tiene que seguir al pie de la letra mis instrucciones, ¿de acuerdo?
-De acuerdo...
-En primer lugar, eso de que le pegaron a su hijo Christian es un cuento que le inventó él para no asumir que anda metido en cosas raras. Cosas políticas.
-Pero si Cristiancito siempre ha...
-Señora Kompan, escuche, lo que vamos a hacer es lo siguiente: ahora yo voy a llamar a Christian, voy a explicarle la situación y voy a dejar que hable con usted un momento, pero usted sólo tiene que decirle que está conmigo y que está bien. Si su hijo le pregunta cualquier otra cosa y usted le contesta, el trato se acaba de una, así: pah, yo dejo de ser atento con usted y la llevo de inmediato al cuartel, usted no sabe pero el cuartel es frío, es triste, huele a cloroformo, ¿usted sabe lo que es el cloroformo?, le aseguro que mis colegas no son tan amables como yo estoy siendo, de ahí en diez minutos va a llegar la prensa, usted se va a hacer famosa, va a salir su hijo en la tele, después los Tribunales, de nuevo el cuartel, y el penal de Llancahue no son los Silos de Torobayo, ¿mentiende? Usted habla con su hijo y no le dice nada, le dice "estoy con el inspector, estoy bien", niuna palabra más. Y así nos quedamos acá, tenemos la estufita, después van a llegar las personas que viven acá, que son unos chiquillos súper dije, la van a atender, le van a preparar un mate, un pancito, lo que quiera. La van a atender como reina porque yo les pago por eso...
-Sí. Entendido. Ehh... inspector...
-Dígame.
-¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar acá?
-La cantidad de tiempo que nos vamos a quedar acá va a depender exclusivamente de esta llamada que yo voy a hacer ahora a su hijo, así que es importante que no la cague, no pierda su oportunidad, ¿estamos?
-Sí. De acuerdo.


***

Ayer me llamaron por teléfono de la facultad, era el secretario de estudios. Me dijo que el profesor Holztek había ido más tranquilo a hablar con él, y le había dicho que estaba muy confundido, que no podía recordar bien lo que había pasado, que no estaba seguro quién le había pegado o quizás se había pegado solo. Estaba, insistió el secretario de estudios, muy confundido todavía y no quería perseverar con el asunto del sumario, que lamentaba haberme hecho pasar un mal rato, que iba a tomar unas vacaciones pero sin suspender sus cursos, se iba a ir al sur a estar con su madre, a la que tenía muy botada dijo, que ya había pasado toda la materia y que los trabajos los iba a recibir y corregir remotamente, así que no me preocupara de nada. El secretario dijo varias veces que el profesor Holztek se disculpaba conmigo por haberme hecho pasar un mal rato. Finalmente, me dijo a título personal que encontraba muy extraño que me hubiera inculpado a mí porque yo era un estudiante destacado y él no me imaginaba pegándole a nadie.
-Homo sum, le dije al secretario, humanum nihil a me alienum puto.

Después de la llamada recibí un correo electrónico del Perito, me decía que había decidido dejar la Escuela de Investigaciones, que se iba a comprar una casita preciosa en el Lago Ranco que encontró a la venta en 19 millones. Que yo podía, si quería, ir a verlo en uno o dos meses, cuando estuviera instalado, me dijo. Pensé preguntarle por el grabado, pero lo juzgué inapropiado. El favor estaba hecho, lo demás era mejor desconocerlo. Le respondí que el 31 de julio a las 15 horas me esperara en el terminal de buses Pullman de Futrono, que iba a ir con un regalo de verdad para él: mi ensayo para Antropología Filosófica titulado "Prolegómenos para una ética del desastre", dedicado a M.K.


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