lunes, 6 de febrero de 2017

Segunda carta a la juventud latinoamericana

1

La distancia se siente desde distintos
ya no puntos
sino pliegues, que son
desgarros de la razón frente al pensamiento.
Enormes bancos de sedimento que destruyen los caminos costeros río abajo.
No hay ángulos, cálculo, certeza
univocidad, consenso,
niuna desas weás

El vino sopla adentro pero
el viento lo agita todo


2.

Cuando la junta tuitiva de 1809 señala en La Paz la célebre sentencia que da inicio a "Las venas abiertas de América Latina", muy probablemente no imaginaron el alcance que ese silencio estúpido y ese destierro en la tierra propia tendría en los siguientes siglos de expoliación. Tratóse de una intentona independentista que se nutrió de la necesidad natural de libertad de los esclavizados, sobre la base de los valores parisinos y londinenses, universalizados merced a la codicia intelectual, del mismo modo como fueron finalmente expulsados los realistas hispanos de aquestos noveles territorios soberanos en la histórica Abya Yala. Guardemos por un momento los textos de Kant y de Foucault, miremos los suelos abiertos de la Amazonía, los muros que se extienden hasta el mar, los cráneos destrozados de Cushamen y Temucuicui, y preguntemos a viva voz en el cabildo de los pueblos: "ciudadanas y ciudadanos: ¿qué es la Ilustración?"

3.

La distancia se siente: se sufre, se goza, se conoce, se reconoce, se desconoce. Se pierde en la costa del norte peruano el recuerdo de la piel en la tibieza de la laguna Icalma, a cuyo despegue azota el viento cordillerano que llaman puelche. Las mujeres shuar de la Amazonía ecuatoriana llegan caminando hasta Quito para exigir el retiro de las fuerzas militares que resguardan los proyectos de inversión capitalista de la revolución ciudadana, Las mujeres shuar sienten frío en la acampada frente al ministerio del interior ecuatoriano, y el que creció en la costa del Pacífico sur no puede respirar selva adentro. Suda el yo como ficción occidental, se hace agua la psicología individual y la psicología de masas, se disuelve en el cielo inquieto el afán de llegar a alguna parte. La calma del Lago Ranco esconde aún los cuerpos de dos campesinos detenidos desaparecidos.


4.

La etnografía
no es la pregunta por el otro
sino la puesta en abismo del yo frente al otro.
Primazgo del fascismo y socialismo, cuando, con el objetivo
de concebir "lo común" o lo colectivo por encima de "lo individual",
cercenan la potencia de la individualidad, que es precisamente, lo que hace múltiple a una comunidad.
¿Pueblo, Nación, Estado?
Ahí está el padre que matar, el policía que quemar, el pastor que derribar.
Nunca se trató de una búsqueda, antes bien de un experimento. El tiempo de la vida es demasiado corto, como escribió la hermana de Shakespeare (quien mantenía correspondencia con la brillante Karla Marx), y si no usamos, hermanas y hermanos latinoamericanos, las cabezas de los reyes, maridos y patrones, como sustrato para reforestar con árboles nativos los surcos de la mega minería, continuaremos muriendo en vida, sintiendo ese vacío indescifrable en nuestras actividades cotidianas, padeciendo la enfermedad del oro y enterrando los huesos maltratados de nuestras abuelas con la culpa de no haber hecho la revolución copernicana en la existencia.

5.

Maipo arriba, cristalino para los ojos claros,
el Rímac muerde los troncos humanos de una miseria antigua.
Urubamba, los envases de helado, las botellas de cerveza, grúas para grandes producciones audiovisuales. Irreductible como los valles andinos de los que naces, tu tristeza es la del Paraná hundido en sí,
del Loa exangüe, de la sangre de Sabino en la cuenca del Orinoco.
Apurímac y Mantaro cosen la falda chola por vez enésima mientras en la plaza de Ayacucho un rostro es desfigurado con agua hirviendo por la interpretación lunática del libro rojo de Mao.
Río Bermejo
las piedras negras rompen tu simiente,
las sandías de la frontera y el grito de los homosexuales afusilados
por militar en el verano más afortunado, por fundar la guerrilla de los afectos alegres.
Madre de Dios los pobres de la tierra siguen invisibles a tus oraciones,
han dicho Putumayo que vienen los cazadores brancos, se oyen sus mosquetes, shsssst!
El aislamiento es voluntario y ni esto quisieron entender.
Itata, Ucayali, Pilcomayo, a la vida que sus caudales alimentan, mis profesores les preguntan:
¿qué es violar un bosque?
¿con qué ojos se ha de disparar a un niño?
¿cómo se acaba con una lengua?
Y no son cien sino millones!
Todas las palabras que quisieran indexar, están guardadas en los pechos de aquellas personas que saben oír, a las que ustedes continúan llamando indios.
¿De qué color es tu blancura, río de la Plata?
¿A qué sabe tu pulpa de celulosa, Uruguay?
¿Tienes memoria del silencio,
Iguazú?

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