viernes, 8 de abril de 2016

Álbum de Valparaíso

Por esos días, febrero de un año impreciso, yo me corroía vendiendo principalmente libros de autoayuda en una cadena del retail, cuando mis amigos, la Rosana y el Folio descubrieron a John Seymour.

Podríamos decir que ese suceso terminó por consolidar el proceso de saturación en que nos habíamos visto envueltos después de caer en cuenta de la reiteración de errores que hasta entonces llamábamos nuestra vida, esto luego de haber coincidido en la Escuela de Altos Estudios en Producción y Reproducción de Sentido Dominante, y asumir que nuestra voluntad era opuesta a nuestras determinaciones.

Entonces todavía no conocíamos a la Sofía. Éramos tristes, pero teníamos sonrisas.

El Folio laburaba de cancerbero en unos chalés muy principales del Litoral de los Poetas y moría un poco cada noche cuando no vivía los más cuantiosos atardeceres entre las arañas y las últimas lepidópteras de los cielos nacionales. La Rosana no tenía trabajo ni estudiaba, sólo poseía una acumulación de excusas para posponer su alegría. Corría sí, chucha que corría la negra. Y algún artemarcial estaba practicando ahora; de puño era veloz y empleaba a su favor la mecánica, es decir, la física de los cuerpos en movimiento. Esto lo comprobamos -porque, amigos, es necesaria la práctica para entender el mundo- una noche que estuvimos en Valparaíso. Bañamos las tripas con vino clery en el plano y enfilamos hacia playa ancha por ese cerro que no sé cómo se llama porque no me sé el nombre de ninguno de los cerros de Valparaíso. Subiendo el mentado, hallamos un cuartel militar que adentro tenía una enorme estatua del general golpista y borracho, vil Merino. Al pasar los tres por el fuera del recinto, Folio principió a interpelar al policía militar que estaba de guardia, nunca insultándolo individualmente sino evidenciando su incorporación a una tradición masacradora del pueblo. El breve pelado hijo de facho pobre avisó a sus colegas y llegaron refuerzos. Folio y yo nos echábamos hacia atrás, gritándoles: "traidores de su hermano de clase y de leche", al momento que ellos abrían la reja supongo para detenernos. La ésta se quedó dando cara por nosotros sin decirles nada y los dos guardias marinos que dejaron sus posiciones por venir a restablecer el orden al espacio público hicieron paso de trote hacia la sombra donde nos habíamos parapetado con el Guatón de Las Hojas Tricolores. Mero la dejaron atrasito y la compa les hace zancadilla doble a los pailones, quienes quedan de bruces no sin antes rematarlos la socia con unas patadas en el abdómen y las ya clásicas en los cocos. Corrimos como no pensamos que podíamos correr, cerro arriba todavía. La guardia del cuartel ya había denunciado a los superiores y salía una Toyota Tundra de la Armada a buscarnos. Poco más adelante estaba la universidad de playa ancha y enfrente la escuela de arquitectura de la u de valpo. Recordé que una vez había estado allí, cuando el Nemesio perdió su cámara. La Rosana supo hacernos patita y caímos los tres a salvo en territorio académico. La yuta marina se dio unas vueltas y no cachó ná o mejor dicho cachó que nos metimos a alguna de las U y no quisieron wear más. Pero a nosotros dentro de la U ya nos habían cachado y capaz que eran los guardias que igual iban a llamar a los pacos. Me sonó que nos habíamos metido a la escuela de artes de la upla y recordé que había unos árboles muy piola donde los cabros fumaban pito. Hasta allí nos escurrimos siempre los tres con el propósito de enfilar entre los árboles y las panderetas hacia la playa que llaman de las torpederas, imagino que por la tradición militar de dominar el flanco sur de la bahía de la ciudad puerto, lar estratégico para todo propósito. Fue en ese movimiento que un imberbe con pucho en l'hocico y linterna de cana nos encandila las perlas y da curso al cuestionario:

-¿Quiénes son ustedes, son pacos, ratis?
-No pasa ná, hermano. Andamos escapando de los milicos que nos querían sacar la chucha.
-¿Cómo sé yo que no me están mintiendo?
-¿Y a todo esto vos quién soy, soy paco, rati?
-Soy el jefe de seguridad de la toma. Me llamo Ismael pero me dicen Moro.
-Wena Moro. Yo soy el Folio pero podís decirme Guatón, la ésta se llama Rosana y al guaño de ahí le decimos Evo.
-Wena cabros, ¿posta andaban arrancando de los milicos?
-HERMANO; POSTA.
-Aguante, ¿quieren matecito?

Poco nos duró la amistad con el securitario, pues al poco andar, en el intenso interrogatorio a que lo sometió el Folio, no sólo descubrimos que el socio era el único habitante de la toma en ese momento, sino que se trataba de un militante de las Juventudes Comunistas de Chile, partido sabidamente ultraderechista y moralesclavista. Al revelarnos esa información, sin mediar otro argumento, la amiga le soltó una suerte de llave que dejó al amaranto de bruces y quejándose en un lenguaje incomprensible, a la vez que nos retirábamos. La Rosana dijo que le hizo eso porque no era una persona inteligente, entonces era una especie de lección o aprendizaje forzado.

Esa noche tuvimos altercados de similares características: Con dos neonacis ebrios que despotricaron contra Mercedes Sosa a nuestro andaje; Con un pastor de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; Con un actor que si no era Luis Gnecco se merecía las sacás de chucha por su estricto parecido, Con un ex ayudante de la Escuela de Producción y Reproducción que había acosado a más de una estudiante, y con quien fue particularmente eficiente nuestra compañera; Con un taxista oriundo de Antofagasta; Con un grupo de nihilistas que no dormían hace cinco noches; Con un funcionario en retiro de la gendarmería; Con un restaurador de iglesias chilotas; Además del diputado Boric y séis militantes de su partido, los cuales demostraron ser tan pusilánimes como estudiantes de derecho.

A la Sofía la vinimos a conocer tiempo después, pero de esto aún poco ha sido. Hoy es un día triste, aunque esa noche fuimos los bencineros más felices de toda la comuna, el alma llena de sangre, y una claridad impecable frente a los fenómenos, que nunca, jamás, podremos volver a componer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario