lunes, 3 de marzo de 2014

BREVE HISTORIA DE AMOR EN UN BARRIO SIN IDENTIDAD

Desesperante espectáculo la fomedad infinita del supermercado - entendido como exceso capitalista-: comercio muerto, devastador, moral cero, mucho, mucho aburrimiento. Esta cola es mortal. Una pareja ñuñoína, 37 o 45años, se acerca todo lo posible al comprador que los precede; en la cinta deslizadora, hace avanzar sus productos al tiempo que el cajero pasa los del otro comprador  por la caja, pegando sus productos y los de él; esa fea mujer está parada justo enfrente del ValidadoR cuando el cajero dice "deslice la tarjeta", y sí, se hace a un lado, pero poco, muy poco, deja su cabeza a unos 20cms del ValidadoR cuando la tarjeta es deslizada. El hombre que deslizó su tarjeta no sabe reaccionar. Pobre oficinista ñuñoíno con aspecto de junior, 32años. Pone su clave mientras todos los que lo rodean "miran para otro lado": la fome pareja de compradores apurados miran la cosa más fome que haya a la vista: no miran nada; pero el cajero y el empaquetador cruzan sus ojos, cómplices, y luego están preguntando algo, a lo lejos, a otro empaquetador: "se te fue, jajajaja", les responden. Una veintena de consumidores escucha el jajajá: casi ninguno presta atención, pero una vieja ñuñoína se hace la ofendida por los gritos. Termina la compra y los fomes empiezan a ver cómo el cajero pasa por caja sus propios productos (ya los tenían al comienzo de la cinta). El empaquetador mira para todos lados,  me pregunto quién se le habrá ido. En la fila del lado veo 3 adultos jóvenes de esos que usan polerita con cuello y barba. Cada uno con una canasta naranja. Uno detrás del otro, sin ponerse de acuerdo, estiran el cuello con el mismo gesto para ver por qué demora tanto la cajera. Los tres con seria expresión de estar cansados después de la pega, solos en el súper,  queriendo llegar a ver tele o a jugar play, pensando que ojalá no se haga tan tarde, etc. Mantengo toda la distancia posible con la pareja de desagradables compradores apurones. Cuando se acaban sus productos, dejo los míos más o menos a la mitad de la cinta deslizadora, pero el cajero los hace avanzar hasta el frente, y pone entre ellos y yo un "separador" (!). Mi jaboncito de afrecho y mi jabón neutro están casi pegados a la manipuladora apurona mientra paga con su tarjeta, con una horrenda actitud de "estoy pagando yo" hacia el neonazi de su marido (en realidad lo veo como un pelao de poca monta). 49lucas. No alcanzo a ver cuántas monedas le pasaron al empaquetador. "Hola buenas noches" me grita el cajero (la verdad es que ni siquiera habló fuerte) y yo digo hola también, mi propia voz dando vueltas por ese supermercado. Mientras pasa mis 4 productos por caja, el empaquetador lejano hace un gracioso gesto con las manos, como diciéndole al empaquetador cercano "ya se te fué". El cajero ríe. Una chiquilla de 16 pasa apuradita con su mochila, el empaquetador la mira pasar, y espera. Yo apurado le paso los 100pesos, para que vaya a buscarla. Pero sigue esperando, y mira cómo el cajero me pasa la boleta, cómo doy la vuelta por detrás de él y camino en la misma dirección que la chiquilla. Pocos segundos después el enamorado empaquetador pasa corriendo a mi lado. Maravilloso espectáculo el de los quinceañeros enamorándose. Veo el caminar apuradito de ella y el trote de machito de él. Ella afirma su mochila con una mano cuando ve de reojo que el cabro va corriendo. Se rie fuerte la cabra y sale corriendo. Corre el cabro detrás de la cabra, unos 10 o 15segundos corriendo, salen del supermercado corriendo.

Ya en la calle, la atrapa. Un besito o dos y desaparecen detrás de una muralla. Cuando paso, los enamorados empaquetadores se besan profundamente, de todas maneras exagerando. Un aburrido ñuñoíno los queda mirando mientras pasa en sentido contrario, y hasta se ofende cuando el sonido de la saliva suena más de la cuenta. A la chiquilla, ese ruido le da risa, así que corre la cara para reírse. Al cabro, yo creo que el ruido lo calienta, porque persigue con su boca la de la mina y le mete la lengua pa dentro.

Paso sonriendo y quedo de nuevo frente al aburrido espectáculo de un barrio sin identidad. Esos dos cabros no viven por acá.

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