La loquita me dice "oe, como que estuviera temblando". Estamos parados en ahumada, esperando la verde para cruzar la alameda. Respondo: "aondestamos paraos aquí con el metro debajo, como arriba de un subterráneo... como sobre una plataforma". Nunca nos habíamos visto pero me cayó simpática la loca, y como no respondía nada la dije "¿o no?".
"Ahhh no cacho, no soy de acá".
Yo le iba a preguntar que de dónde era, pero miró pa otro lado. El viento le movía los mechones crespos. Ahí caché que no era tan lola. Era como de 36, aunque juvenil. Siguió no mirándome casi hasta que dieron la verde peatonal. Un segundo antes me miró, increpándola yo inmediatamente con un "ahh no erís de acá".
"No".
"Se nota", le digo, y en el instante mismo que el semáforo cambia a verde, una treintena de personas salimos caminando rápidamente para alcanzar a cruzar la alameda, pa no quedarnos en el bandejón central cuando pongan de nuevo la roja. Mi comadre no se movió. Quedó mirando con gesto interrogante el apurado caminar de los santiaguinos, demoró en partir, tropezó un poco y caminó lentamente para quedar en el bandejón central cuando dieron la roja.
Antes de internarme por arturo prat miré hacia atrás. Ahí parada en el bandejón, con las micros pasándole por la cara, ví a una dignísima mujer que buscaba algo en su cartera: para no aburrirse, buscaba algo en su cartera, y luego, feliz de no encontrar nada, volvió la mirada al frente, a esperar la verde, llena ahora de la más bella dignidad, entregada al placer infinito de la más alta dignidad humana.
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