Las figuras fantasmales marchan en el reflejo del agua del memorial, José Morales medita se concentra en su respiración, busca calmar todos los pensamientos, miedos y ansias que lo perturban, calma el flujo de su pensar al igual que las ondas del agua pierden fuerza y la marcha se disuelve en la linea recta del cemento.
Viene de la toma del liceo, pero hizo una pausa para meditar y entrenar su corazón inconmovible, intentar al menos que el miedo, la decepción, la rabia, la pena y el revoltijo de sentimientos que se centrifugan en sus entrañas no sea un obstáculo que le cueste caro.
Camina en dirección a los cerros con la cabeza abajo, pero mirando hacia arriba, la boca cerrada, la respiración calmada y su verdad apretada en el puño. Sensei Anibal Gordon lo está esperando. Camina sin pausa quiere ser puntual, por respeto al hombre que en los últimos 7 años ha sido una figura paterna más importante que su propio padre biológico. Por cortesía con aquel que tanto le había enseñado cada martes y jueves en la casita azul de la pobla convertida en un humilde dojo de karate, donde había aprendido técnicas, posturas y valores.
Sensei Gordón está parado en el lugar acordado con las piernas semi abiertas, los brazos cruzados la mirada fija, la cara inexpresiva y severa enmarcada por el bigote poblado que a veces usaba para hacer bromas que relajaban la tensión en sus clases, aunque incluso bromeando mantenía un talante serio. José recuerda la primera vez que entró en el dojo, le impresionó esta alta y fornida figura solemne e imponente como una estatua que se mueve, sus puños enormes podrían romper arboles, su voz como trueno hacia retumbar el piso cuando lanzaba un golpe. Sensei Gordon intimidaba solo estando presente, ejecutando su karate impresionaba, tenerlo de oponente era aterrador, pero José ya no le temía.
Sensei Anibal Gordon se saca la chaqueta, tirandola en un movimiento rápido de su mano derecha, lleva unos pantalones de buzo negros y la polera gris que solía usar debajo del karategi en los días de invierno. Se pone en guardia mirando fijamente a su adversario. José llegó con los pantalones blancos del entrenamiento, de su mochila escolar rallada con plumón, corrector y pasta, de ella saca la chaqueta con la que entrenaba. En un gesto desafiante, mecánico y preciso como si estuviera ejecutando un kata, se coloca el uwagi mostrando a su Sensei que había arrancado el parche con la insignia de la escuela, incluso varios amigos le habían escrito cosas y hecho dibujos. Las mismas tachas, nombres y consignas que rayaban en la calle estaban escritas en la tela de algodón blanco. Una A encerrada en un circulo le ocupaba toda la espalda. Sabía que eso molestaría al Sensei, continuo colocandose su cinturón negro con la misma actitud con la que ejecutaba las técnicas de forma. El día en que ganó el derecho a usar ese cinturón había sido la única vez que peleo contra su Sensei. Habiendo logrado superar todo el espectro de colores en cinturones, aprendiendo todos los golpes, patadas, palabras japonesas, formas y combinaciones. Era el alumno más antiguo del dojo, combatió contra todos sus compañeros, incluso los de mayor edad, peleo contra Sensei totalmente agotado, Gordon se dejó pegar, aunque de vez en cuando golpeo certero, en parte por mantener la superioridad, en parte por probar el temple de su discípulo. José termina de amarrase el cinturón gritando con toda su energía. Se pone en guardia, ambos avanzan con las piernas flectadas y el peso del cuerpo debajo de las caderas. El primer intercambio de golpes fue para evaluarse. Gordon comprendía que la ventaja de José era la resistencia al cansancio, su flexibilidad y rapidez. José nota que su rival era menos agil, pero contundente en sus golpes.
Gordon lanza patas bajas a los muslos con la intención de romperle la postura, José las esquivaba velozmente, sin embargo la cuarta patada le alcanzó, el golpe le ardió. Sin importar el dolor José contraataca y luego de esquivar una quinta patada propina un certero puntapie en la pierna de apoyo del Sensei, antes que este pudiera afirmar el pie que aún se desplazaba por el aire. Gordon se tambalea, pero toma del brazo a su pupilo intentando ejercer una palanca sobre su codo para derribarlo, José cambia el equilibrio de su peso y forcejea para ser el quien aplique la llave. Gordon nota que la bandera chilena que hacia coser a sus alumnos en el brazo había sido colocada boca abajo, empuja fuertemente a José haciendolo retroceder dando pasos cortos y rápidos para evitar no caer al piso. Gordón gritaba con la voz retumbante que hacía temblar los alrededores:
-¡¿Cómo se te ocurre traidor de mierda, haber profanado el pabellón patrio, acaso erí peruano que se te ocurre hacer esas tonteras mocoso mal agradecido?
José sonríe manteniendo la guardia, recuerda los sermones nacionalistas al final de algunas clases, los comentarios racistas u homofóbicos que usaba Gordón para aleccionar o hacer reir a sus alumnos. Recuerda que hace algunos años el mismo estaba totalmente convencido que la visión había aprendido de su Sensei era versión correcta del mundo. Por eso cuando empezó a llegar población migrante al colegio, José fue hostil. Molestaba a sus nuevos compañeros, les gritaba que devolvieran a los países de los que venían.
-¡¿Cómo se te ocurre traidor de mierda, haber profanado el pabellón patrio, acaso erí peruano que se te ocurre hacer esas tonteras mocoso mal agradecido?
José sonríe manteniendo la guardia, recuerda los sermones nacionalistas al final de algunas clases, los comentarios racistas u homofóbicos que usaba Gordón para aleccionar o hacer reir a sus alumnos. Recuerda que hace algunos años el mismo estaba totalmente convencido que la visión había aprendido de su Sensei era versión correcta del mundo. Por eso cuando empezó a llegar población migrante al colegio, José fue hostil. Molestaba a sus nuevos compañeros, les gritaba que devolvieran a los países de los que venían.
Hace algunos años José fastidió hostigosamente a un chico colombiano que venia llegando desde Cali hace un par de días. Ernesto Cardenal tenía la piel negra y en ese entonces ese era una razón para que José le tuviera rabia. Sobrepasado por el acoso Ernesto decidió pelear con José, quien se mostró soberbio, orgulloso de ser cinturón marrón en karate. José lo empujó fanfarroneando y antes de ponerse en guardia recibió un gancho en el mentón que le tiró al piso aturdiendolo. Ernesto había entrenado boxeo desde muy pequeño. Cuando llegó un profesor a poner orden y regañar a Ernesto, José explicó que todo fue culpa suya, que merecía ese golpe, se incorporó, se arregló la ropa y se disculpó con Ernesto haciendo una reverencia. No podía creer que el primer combate real que tenía fuera del entrenamiento, lo perdiera tan fácil y vergonzosamente, pero sintió gran admiración por su rival, tanto que se hicieron amigos y de vez en cuando se juntaban a entrenar e intercambiar saberes.
José toma impulso y lanza una patada por el aire con fuerza suficiente para romper una tabla, pero sabe que Gordon no intentará resistirla, la esquiva con facilidad, el objetivo de José es cansarlo, al momento de aterrizar da otra patada en reversa, pero el viejo Sensei es astuto y logra propinarle un puñetazo en la costilla a su alumno, antes que este logre retomar su postura. José queda sin aire, cierra los ojos para reponerse de los espasmos involuntarios que le impiden respirar mientras se alejaba dificultosamente de un nuevo ataque. Conocía la sensación de ahogo, no solo de los golpes que había recibido en entrenamiento, recordó la primera vez que una bocanada de gas lacrimógeno le entró a los pulmones. Fue también la primera marcha en la que participaba junto a sus compañeros de curso, un zorrillo los bañó en polvo blanco mientras afirmaban un lienzo pintado por ellos mismos. Se habían motivado a ir al centro haciendo la cimarra. Unos meses antes habían visto en clases la película Machuca, removidos en el interés por la historia propia, buscaron información, cuentos, escritos, documentales. El fin de semana antes de esa marcha habían hecho un maratón de La Batalla de Chile, por eso habían escrito en ese lienzo la frase con la que cerraba el último documental de la serie, "No es un naufragio, es sólo una tembladera de piso" quien la decía era un profesor universitario que trabajó activamente durante la Unidad Popular, a José le gustaron los movimientos de Tai chi que realizaba este personaje al ser presentado en el documental, deicidio auto-educarse en esta disciplina. Investigó, compró un librito en una feria artesanal, estudió videos de internet y fue comprendiendo los ejercicios. Se entrenó en la habilidad de recuperar el control de su respiración para resistir el humo lacrimógeno, esta misma habilidad le permitió bloquear apuradamente un segundo puñetazo de Gordon. Aprovechando la desventaja de José, el Sensei le toma del brazo que usó para bloquear, se lo tuerce para ejecutar una llave de arresto, que por primera vez en la vida de Gordon le resulto inefectiva. José nota que la polera gris tuvo escrita la palabra ejercito. No era una técnica propia de la galería del Karate, pero la tenía más que probada en las calles. Gordón asustado lanza un par de patadas amplias buscando alejarse de José. Este último se mantuvo en una postura recogida que no se correspondía con las formas que su Sensei conocía. Gordon queda rebotando mostrando la espalda esperando la oportunidad de percutar una patada. Hace un par de noches había ido al Liceo en toma casi a las 2 de la mañana. Frente al Acceso principal gritó insultos contra los padres irresponsables de los chiquillos que mantenían la ocupación. Los encargados de seguridad usaron hondas desde el techo para espantarlo. Un disparo certero en el cuerpo desbordó la ira de Gordon quien al grito de ¡Comunistas de Mierda! pegó tres disparos al aire con una pistola que llevaba entre la ropa y se fue corriendo. José lo había reconocido desde el primer momento, por eso no se atrevió a apuntarle a pesar de haber mantenido el elástico de la honda siempre tenso.
Cuando se discutió el incidente en la asamblea se acordó tomar ninguna acción legal, por una parte porque no sabrían como hacerlo y por otro se corría el rumor que Anibal Gordon habría sido de la CNI. Una vez terminada la asamblea José quien aún entrenaba irregularmente le mandó un mensaje desde su teléfono diciendo: "¿Que tan choro es sin pistola Sensei? Lo tengo grabado si no quiere que lo fune, ganeme en una pelea." En los siguientes mensajes acordaron el lugar y la hora del encuentro.
Gordon era choro con pistola, había participado del Comando anti subversivo, se especializaba en arrestar a disidentes que eran investigados por otros equipos. Disfrutaba de la adrenalina, del acorralarlos, mirar el miedo en los ojos, pero sobre todo disfrutaba mucho aplicar su llave de brazo y tumbaba fluidamente a quienes estuvieron al alcance de sus manos. Por eso le desconcertó tanto que José se hubiera escapado. La postura de Gordon no tiene aberturas, pero José sonríe al notar el desconcierto del Sensei. Enfurecido este entra con una potente patada, que es desviada por palmada izquierda de José abriendo la postura postura de su Sensei para golpearlo con el reverso de la mano derecha para para golpearlo en la cara, el golpe no fue contundente, sólo una estruendosa cachetada a la cara, su objetivo era más moral que físico. Gordon se enfurece al notar que su pupilo reía, aprieta los dientes hasta el punto de hacerlos chirriar y comienza a dar golpes de puño sin orden ni estrategia al cuerpo de José quien se limita a bloquear o resistir cada uno de estos golpes mirando fijamente al hombre que alguna vez consideró tan valioso. Gordon perdiendo el control de si grita con voz aguda - ¡Quiebrate culiao!¡Quiebrate culiao! José continua sonriendo y Gordon enfurecido hasta el delirio ya no diferenciaba si estaba en un cerro peleando contra su mejor alumno o en una casa de seguridad de la CNI ablandando a un extremista antes de entregarlo a la tortura. Ni el prisionero, ni el alumno dejaban de sonreír y grita -¡Quiebrate culiao, te vamos a poner corriente en los cocos, vamos a matar a tu familia, te vamos a tirar al mar! en medio de esta frase José cambia de postura y golpea a su rival en la barbilla con la misma técnica que hace algunos años le había ganado Ernesto.
Gordon se muerde la lengua y cae al piso, se incorpora con dificultad mirando a como perro al que sacrificarán. La sangre le escurre por la boca, José camina hacia el diciendole. -No me importa quien fueras en tu pasado, ni las cosas que hiciste, te respeté y quise mientras fuiste mi maestro, pero el mundo en el que crecí, el mundo que tu construiste es horrible, yo soy el presente, el futuro de tu pasado que te juzga y te grita que toda tu crueldad, todo tu miedo y todo el horror el que trajeron tu y los tuyos fueron perfectamente inútiles. Verás como con mi generación construiremos un mundo muy distinto a la cochinada de la que ustedes están tan orgullosos.
José le da un golpe seco en las costillas para sacarle el aire, Gordon no sabe manejar el ahogo, lo que sumado a la perdida de sangre roba la percepción. José sube sobre sus hombros al hombre desmayado, lo baja del cerro y en la ladera lo reanima con agua y algunas palmadas en la mejilla, apenas este abre los ojos le cuenta no existe un video de el gritando en el colegio, que ese día estaba en el techo con la honda tensa, pero que no se atrevió a dispararle.
La historia de esta pelea tiene distintas versiones y es contada recurrentemente por distintos freestaleros en las micros del sector norte.
Dicen que Gordon se marchó todo lo lejos que pudo algunos cantan que a Punta Arenas y otros que Arica, donde esta pelea le pena, lo ataca distintos monstruos, encabezados por su propia monstruocidad.
La casa-dojo había sido regalada irregularmente a Gordon durante su servicio, fue recuperada por organizaciones. Donde se realizan distintas actividades y talleres, José enseña un arte nuevo arte marcial.